El jueves pasado el máximo servidor público del Ministerio de Comunicación posesionó a sus dos nuevos viceministros encargados de Políticas Comunicacionales y de Gestión Comunicacional. Todos los periódicos del país han destacado la noticia y los textos fueron acompañados con una fotografía que muestra a los nuevos servidores jurando con los puños en alto al mejor estilo del socialismo comunitario, y en un espacio que parece ser una biblioteca atestada de libros y, se supone, también de sabiduría. Fue aquel máximo servidor público que muy sinceramente anunció que los posesionados tenían la misión de jerarquizar el rol que deberían cumplir los medios estatales de comunicación para evitar “dificultades”. Los medios escritos también resaltaron el compromiso de la nueva comisionada de Políticas Comunicacionales que ennobleció el derecho a la información que tienen los bolivianos y bolivianas, como pilar fundamental de la nueva sociedad comunitaria, que más que nunca demanda “mensajes claros, sinceros y transparentes, ya que lo opuesto en cuanto a desinformación genera en la población desconcierto, duda e incertidumbre”.
Hasta aquí los hechos nos muestran un escenario muy pulcro y éticamente destacable, abarrotado de buenos propósitos y compromisos ineludibles; pero no tuvieron que pasar 24 horas para que, junto con las primeras noticias del maremoto en el norte del Japón, las buenas promesas y los sanos comportamientos se derrumbaran al extremo opuesto, ése que tanto temió la funcionaria de Políticas Comunicacionales al dibujar los efectos nocivos de la desinformación. Y precisamente este viernes, cuando todos compadecíamos la tragedia que vivió el pueblo japonés, aquel ministro, el jefe superior en grado de la funcionaria bien intencionada, restregó en la cara de la población desconcertada el comunicado oficial de que este tsunami fue "producto de ese calentamiento global que se genera a raíz de esa indiscriminada industrialización, por la que el Presidente (Evo) en reiteradas ocasiones ha ido a organismos internacionales a denunciar esos excesos, pero parece que no le hacen caso en el mundo" (sic).
Ya no queda duda que este aviso oficial es producto de la negligencia en aprender o investigar lo que puede y debe saberse sobre maremotos y otros fenómenos telúricos; y es uno más de los miles de ejemplos de la “política comunicacional” que el actual Gobierno registra sólo con el fin político de distraer y desinformar, que se consuma cotidianamente con ese proverbial estilo administrativo, tan carente de sabiduría y respaldo científico. Parece que la biblioteca ministerial, cargada de erudición enciclopédica y conocimientos irrefutables, sólo sirve para armar espectaculares posesiones de viceministros, quienes precisamente están llamados para eternizar la regla generalmente aceptada de “pensar antes de hablar”.
Ya es hora que el Ministerio de Comunicación elabore un manual o una norma interna que obligue a todos los servidores públicos, incluidos el Ministro aludido y el propio ciudadano Presidente, a abrir la boca menos de lo necesario, y si existe urgencia de hacerlo deberían impresionar con la ilustración digna de los virtuosos reyes y los gloriosos señores, de tal modo que quienes los escuchamos nos veamos en la imperiosa urgencia de tratarlos como tales. Pero en esta oportunidad ha ocurrido todo lo contrario, un funcionario dijo un absurdo y como lógica consecuencia se ha colocado en una situación ridículamente vulnerable. Sólo esperamos que esto no responda al propósito sañudo de impresionar a la gente, para así distraerla sobre algún grave problema que enloda al Gobierno. Esto sí que sería inmoral.
fojascero@gmail.com
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1 comentario:
ahora el calentamiento es el culpable de todo .. ^^
donde iremos a parar asi.
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