Plata o espejitos
Editorial de El Día de S.C.
Tal vez es prematuro hablar del fin del idilio del Gobierno del MAS con los movimientos sociales y sindicatos que han demostrado una fidelidad a toda prueba en los últimos cuatro años. Campesinos, mineros, líderes gremiales, indígenas han estado al lado del Presidente en todas las circunstancias, ya sea para cercar el Congreso, para hacer de milicianos en Sucre, Pando o Santa Cruz, apalear periodistas o degollar perros en el Altiplano. Más no se les puede pedir, aunque es seguro que estarían dispuestos a llegar más lejos, dependiendo de los “espejitos” que tenga para repartir del régimen, porque así nomás ha sido siempre en este reino de las prebendas.
Lo que parece ser cierto es que el MAS ha llegado a un punto de agotamiento de todo el espectro llamado “cambio” que creó desde un principio para mantener alborozadas a las masas. La última nacionalización decretada el Primero de Mayo parece ser el mejor indicador de que el Gobierno ya no encanta con sus medidas y muy pronto los bonos podrían correr la misma suerte, porque en el fondo la gente sigue en las mismas. Usando la jerga de la política criolla, la mayoría de los ciudadanos cree que aún no ha recibido su parte y quienes están disfrutando son los integrantes de la nueva elite cercana al Gobierno, cuyos miembros más ilustres son los burócratas y los cocaleros.
El Gobierno tenía obnubilados a todos con sus delirios de grandeza, hablando de reservas nunca vistas, de compras estrafalarias, de satélites, aviones, misiles y plantas de lanzamientos espaciales, de grandes inversiones públicas y lógicamente desconsuela cuando ofrece apenas un cinco por ciento de aumento salarial, cifra que puede ser racionalmente respaldada, pero que no guarda relación con la inflación de expectativas que promovió justamente el MAS.
El país que paró ayer es el de siempre, el que cada año ha salido a las calles a buscar su mayor tajada en la puja distributiva, sabiendo muy bien que los recursos son extremadamente limitados y que tienen al frente un Estado débil e incapaz de buscar soluciones de largo alcance. Las salidas de siempre han sido la inflación o el endeudamiento, fórmulas que no han provocado sofocones en este periodo, gracias a la alta gobernabilidad social del MAS, pero es eso justamente lo que está en peligro ahora.
Gran parte de la gobernabilidad que ha logrado el MAS en estos años se asienta en la promoción de la economía informal e ilegal y por supuesto, a través del desmedido engrosamiento del aparato burocrático, pero hasta esas variantes tienen sus límites, mucho más tras las elecciones del 4 de abril, que le cortaron al oficialismo la posibilidad de aumentar su presencia en alcaldías y gobernaciones. El fracaso del loteamiento del ingenio San Aurelio es una consecuencia del nuevo escenario en el que tiene que actuar el Gobierno, con una alfombra más chica de lo que había previsto y grandes masas pasando su factura.
El problema para el Gobierno es aún mayor, con el ingreso de la Policía al cuadro conflictivo. El descontento de los policías podría comprometer la solidez de un régimen que depende en buena medida de la aplicación de la fuerza para evitar que empeore el clima social. Y eso también se remedia con plata.
El MAS ya no convence con “el cambio” y los sectores sociales comienzan a manifestar descontento. La solución es con recursos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario