El presidente ha hecho saber que no se reunirá con la actual dirigencia de la COB, sino con la que venga. Una provocación peligrosa, porque los dirigentes de la COB podían devolver la cortesía diciendo que ellos se reunirán con el próximo presidente, quienquiera que sea. Y lo antes posible.
En cuestión de cambiar de interlocutores, esperando a los siguientes, la COB tiene una gran ventaja frente al gobierno actual. El organismo sindical ha desahuciado a varios gobiernos y ha dejado en suspenso, de veras, todas las negociaciones en espera de un cambio de gobierno. En esas esperas de la COB es que llegó el actual gobierno.
Esta torpeza viene a interrumpir una serie de aciertos del gobierno en el propósito de encarar la actual crisis, que amenaza con sacarlo de escena.
Tirar la pelota de la política al mar fue una idea buena. Quizá un poco tardía pero buena, porque vino a cambiar la agenda cuando las cosas estaban muy difíciles y el desenlace se calculaba en horas.
Luego, con mucha habilidad, el gobierno hizo todo lo posible por mantener el interés en ese tema. Designar a un jefe de la demanda marítima fue una movida muy buena. Nombrar como ministra de Defensa a una joven inexperta también ayudó. Llamar a un historiador que actuó en el golpe de 1971 fue algo sorprendente.
La idea de invitar a los expresidentes, todavía no enmanillados, fue brillante. Como diría Vito Corleone, les hizo una propuesta que no podían rechazar.
Un gobierno que concibe la política como el baile-boxeo del “tinku” estaba mostrando que podía entenderla también como una cueca de seducción. Transitar de los golpes al diálogo y al coqueteo llevó a la civilización miles de años. El gobierno lo estaba logrando.
Pero se encontró con las tareas que había dejado pendientes en el campo de la economía. Descubrió que la propaganda que hace sobre sus logros económicos es muy bonita y muy costosa pero que no sirve para llenar los vacíos de los estómagos de la gente.
Descubrió que el haber ahuyentado las inversiones de manera tan persistente ha creado una crisis que es difícil ocultar. Y que ahora está cosechando todo lo negativo que sembró en cinco años.
La minería paralizada, el gas a punto de agotarse, la agricultura en crisis y la industria sin mercados. Sólo la actividad económica ilegal está boyante.
Pero ahora se ha visto que son miles los bolivianos que no participan de la economía ilegal. Son miles los que esperan que el gobierno ayude a crear un clima propicio para las inversiones, cambiando radicalmente la actual realidad.
Para poder sobrevivir a la actual crisis, el gobierno tenía que haber hecho mejor las cosas. Quizá ahora no tenga ni el tiempo ni la capacidad que se requieren.
El calendario electoral de los bolivianos, que a veces no es ni calendario ni es electoral, pero que exige cambios, se ha puesto impaciente. Para saber quiénes serán los interlocutores del próximo encuentro gobierno-COB hay que esperar.
Me muero de ansiedad.
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