Vistas de página en total

martes, 7 de febrero de 2012

escribir es luchar, porque un texto sedicioso, un golpe de mano también puede derrocar a las tiranías, hacer temblar a los caudillos, pulverizar los mitos. Claudio Ferrufino sobre el valor de las columnas de opinión. bravo!

Las ventajas del libelo y/o el pasquín, en oposición a textos analíticos y eruditos, es que tocan una base humana más extensa y, en su momento, más determinada. El arte del insulto, denigración, calumnia, suele ejercer superior influencia en los sismos sociales, que son a la corta los que transforman la historia.

La psiquis colectiva es muy influenciable, y lo que obtuvo Orson Welles en su ya mítica difusión radial de 1938 acerca de una invasión de marcianos (en realidad adaptación del libro de H.G. Wells, La guerra de los mundos), lo muestra con claridad. Aunque no con la impresión que puede causar una narración en vivo, la escritura suele movilizar también a las masas: Alejandro Herzen con Kolokol, epopeya que sin querer utilizar absurdos reduccionismos, señala una actividad individual como gestora de inmenso movimiento.

Escribir es combatir, si la escritura tiene tal fin. Para ello sirven las columnas de opinión, que disfrutan de una libertad que no puede tener un editorial, y menos un ensayo de tipo científico en cualquier rama, técnica o social. El autor se permite licencias y no pide ni necesita permisos. A lo sumo será vetado en ocasiones o censurado para siempre. No importa, porque cada aguja que deje por ahí, no sabe dónde irá a enterrarse. Recuerdo los pasquines de los que hablaba Ricardo Palma, que aparecían en la noche de Lima y conmovían la pacata sociedad de entonces. Buena manera de subvertir el orden, cuando el orden tiene que ser subvertido, por las razones que considere justas el autor.

Ironía, sarcasmo, sumados al conjunto descrito antes, tienen peso y fuerza mayores de los esperados. Lo hizo Goebbels, desde una posición de gobierno; lo repitió Stalin. Pero ello no cuenta porque el poder corrompe y la utilización de estas armas desde una posición oficial o privilegiada desmiente su condición libertaria.

Escribir un texto sedicioso emula un “golpe de mano”, al que tan afectos eran los ácratas de principios del XX, y el percutor de un adjetivo dispara igual balas de plomo.

No intento desmerecer los sesudos análisis, que de la economía a la política se escriben. Los considero imprescindibles pero marginales. Tienen su espacio de convicción y proselitismo, pero son los fustazos de la escritura combativa los que mueven las manos luego de una primera impresión en la conciencia. Más se gana denunciando a un ratero que con estadísticas del Producto Interno Bruto. Lo efímero de este tipo de escritura, apta para momentos de crisis y difunta en la bonanza es lo que la hace más excitante y valedera.

No hay comentarios: