Porqué muere el pez
Karen Arauz
La televisión con su magia transfiere mensajes sin palabras. Esas
supersónicas coberturas donde uno pone la atención en el reportero que ocupa el
centro de la imagen, deja un pequeño margen a lo circundante. Y es en ese
fondo, que gracias a esa otra maravillosa cámara que es el ojo humano, se capta
en una fracción de tiempo, la profundidad de lo que está aconteciendo.
La mirada ajena, que ni siquiera trasluce bronca, refleja sólo desconcierto
y dolor. Una persona joven, con evidentes signos de un precario estado de
salud, mira al vacío mientras la cámara y el reportero se ocupan de lo obvio.
No hay atención para los enfermos en el hospital público. El joven hombre que
mira sin ver hacia donde se encuentra la televisión haciendo su trabajo,
traspasa la distancia y horada el sentimiento. Y la imaginación coopera con la
interpretación. En esa expresión se lee la mansedumbre y el cierto masoquismo
que es parte sustancial de este pueblo siempre castigado. Sus ojos traslucen su
pensamiento. ¿Por qué no puedo tener el auxilio que tanto necesito? Los que
toman las decisiones, ¿sospechan siquiera cuan vital es la asistencia que se me
niega como ser humano?
Sabe, aunque no comprende, que el gobierno está muy ocupado en hacer
aprobar una ley inconstitucional para una nueva postulación de quienes no
tienen siquiera la capacidad de prever los conflictos que amenazan vidas. Las
monedas que aprieta en sus manos, son inútiles. No habrá pago alguno que hacer,
ni ficha de atención que trucar. ¿Comprenderá este ciudadano en necesidad que
los asuntos de Estado no pueden ser distraídos por personas singulares como él?
El individuo ha sido vetado en la era plurinacional.
¿Entenderá este hombre que los dorados tiempos de bonanza por la que supuestamente
atraviesa el país, está fuera de su alcance? Es posible que sepa que a estas
horas exactas, una gran cantidad de recursos están siendo gastados para
abanderar la lucha anti-imperialista en el afán de arrancarle la sede de la
Comisión de Derechos Humanos y está sucediendo simultáneamente a la más ruin de
las violaciones de esos derechos cuál es no evitar que uno sólo de los
individuos de este país y del resto del ALBA, no sean socorridos en la
enfermedad.
Qué parodia es la que se elabora y con qué derecho se despilfarran los
recursos de todos, con el fin de continuar en la glorificación de los que
juraron representar a los pobres. En esa mirada tal vez se puede leer también, la
desazón por haberles creído que todo
tiempo pasado fue peor. Quien sabe pasa por su mente la interrogante ¿no era
que nuestro momento había finalmente llegado? Probablemente intuye que todas
esa grandiosas ceremonias por las que se convoca a los ancestros, no están
dirigidas a que intercedan por gente como él.
La prensa estatal, está saturada de loas a la conducción actual de la economía.
Hablan de cantidades de dinero acumulado semejante al número de estrellas en el
cielo y que gracias al bienaventurado proceso de cambio, son de propiedad del
pueblo boliviano. Parece no importarle cuántos de esos dólares en el Banco Central
le corresponden a él. No piensa en su jubilación. Le bastaría saber que le
alcanza para un analgésico que le quite el dolor y le permita apresurarse a
cumplir con su trabajo.
Posiblemente su mirada también denota la incógnita que encierra la utilidad
que para gente como él, significa un viaje de diez mil kilómetros hasta un
paradisíaco país isleño de Pacífico Sur, famosa en el mundo sólo por la belleza
de sus playas y sus arrecifes de coral, destino turístico de ricos y famosos.
La extensión de Fiji , entra cien veces en la de nuestro país. No halla que
debe sentirse orgulloso de que su Presidente haya ido en su tremendo avión como
único representante de las tres Américas, para asistir a una exótica reunión
social en la que nada teníamos que hacer. Los indígenas fiyianos ignoran, con
absoluta certeza, que el Embajador acompañante del diligente Presidente de
algún remoto país llamado Bolivia, es un personaje muy cuestionado por el trato
que le dio a los indígenas de su propio país.
Quien sabe en su mirada se viera algo de orgullo, si los Ministros y el
mismo Presidente -soberbia aparte- estuvieran tratando por todos los medios, de
remediar el caos insoportable de la ciudad para no tener que sortear los
bloqueos y recorrer a pie la larga distancia de retorno de la frustración.
Es cierto que el pez muere por la boca. Y eso es debido a que sus excesivas
piruetas fuera del agua hace que se le acabe el oxígeno. La pulseta entre
gobierno y trabajadores es lo urgente. Las preguntas de los ciudadanos
abandonados a su suerte-que es lo importante- pueden esperar. Decir lo que no
se debe y prometer lo que no se puede, son acciones que provocan reacciones. Y esa,
es una ley de la física de la que nadie se puede librar.
Karen Arauz