“Porque nunca sea tarde para disfrutar, nunca sea tarde para amar, nunca sea tarde para dar tu tiempo y que el pasado sea un episodio visto con orgullo y no melancolía”. El almuerzo es usualmente un evento que dejamos pasar como parte de nuestra rutina diaria. La rutina que nos acecha todos los días, la que hace de nuestros días nubes que pasan desapercibidas en un cielo que al fondo siempre es azul. El lunes 3 de agosto, durante un almuerzo familiar, recibí la noticia de que mi amigo Tito había muerto en un accidente de tránsito. En ese momento, esta rutina aparentemente inalterable se desvaneció y despertó en mí la realidad que en ese momento vivía.
A raíz de este evento entendí que la realidad disfrazada de rutina rige nuestras vidas y, aunque esta parezca indefensa, encierra una enorme fuerza de cambio. Este cambio constante que se presenta sin avisarnos y usualmente nos agarra desapercibidos pero que siempre está ahí, operando sin que nos demos cuenta. Consecuentemente, pienso que uno no puede ni debería tratar de controlar este cambio natural, al contrario creo que debemos aceptarlo como parte de nuestra vida porque solo de esta manera es que podemos crecer como seres humanos íntegros.
Se fue mi amigo Tito, sin despedirse, dar noticia o preaviso de ninguna forma. Sin duda, una persona que con su fuerza de carácter y lealtad inquebrantable cambió la vida de muchos, incluyendo la mía. La amistad incondicional que le dio a mi familia en simbiosis con un cariño natural por nosotros, lo hicieron un catalizador de amor y fortaleza. Él se encargó de apaciguar y unir a mucha gente, creando en ellos y ellas amistades que trascenderán en el tiempo, las cuales serán siempre formas tangibles y reales de lo que fue este gran ser humano.
“Sergio, lo que tengas que hacer, hazlo con confianza y enfócate 100% en tu tarea. Mientras las cosas avancen y cambien, acéptalas, pero solo hasta que sientas una incomodidad natural dentro de ti. Es justo en ese momento que debes salir de lo que estás haciendo, orgulloso del progreso que lograste y sin mirar atrás. Siempre debes obedecer a la fuerza de tu instinto natural”. Este fue el último consejo que me dio Tito, cambiando mi forma de enfrentar la vida para siempre. Espero tener el coraje para reflejar esta forma de vida en mis hijos con la misma determinación con la que él me la transmitió a mí.
Querido Tito, gracias por ayudarme a entender mejor mi viaje por este mundo, me despido de ti plasmando mis sentimientos en papel por primera vez, cementado mi compromiso de amistad y lealtad hacia ti y tu familia
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