Evo sufre ahora de sordera
Al escuchar de labios de mi comadrita que el mandatario sufre de sordera me pregunté si no estaría también pensando en realizar otro viaje a Cuba esta vez para hacerse operar del oído como hiciera hace unos meses con un nódulo en sus cuerdas vocales.
Después de haber escuchado gritos estruendosos de ciudadanos que claman una solución al problema del alza en el costo de la vida sin que nuestros gobernantes se inmuten por ello, dije en forma apesadumbrada a mi corresponsal en el Palacio Real de la Plaza Murillo: ¿y qué dice el Presidente ante estas voces angustiosas que vienen de los cuatro costados del país…? La cochabambina con expresión de inquietud me contestó cabizbaja: “nuestro Presidente Vitalicio no dice nada porque no escucha nada”. Al recibir esta respuesta dije a la reportera palaciega si la sordera del presidente es un mal personal o de todos sus colaboradores porque nadie se inmuta ante el clamor de todo nuestro pueblo que comprueba cada día cómo el pequeño incremento salarial del 1 de mayo sólo ha servido para que exista una alza mayor del precios que nos hace temblar a todos.
Al escuchar de labios de mi comadrita que el mandatario sufre de sordera me pregunté si no estaría también pensando en realizar otro viaje a Cuba, esta vez para hacerse operar del oído como hiciera hace unos meses con un nódulo en sus cuerdas vocales.
La atribulada cholita me contestó que ella esperaba que se curaría sin necesidad de volver a La Habana porque en esa ciudad la sordera es un mal casi general que dura desde hace muchos años.
Le dije a mi corresponsal que me duele mucho la sordera del Presidente, del Vicepresidente y de los ministros porque ayer estuve conversando con mi amigo el panadero Dandy Mallea quien me explicó que para proceder al aumento salarial dispuesto por las autoridades tendría que vender cada unidad de pan en 80 centavos pues él trabaja con seis asalariados en su pequeña panadería lo que produciría lágrimas en el pueblo consumidor.
Ante esta posibilidad baje la cabeza —di la razón a Dandy— y pedí a Macacha hiciera saber esta mala noticia al Presidente y sus colaboradores, pero todos están sordos y no escuchan esa verdad ni otras como nuestro vergonzoso incumplimiento de contratos gasíferos con Argentina y Brasil, mientras los que están arriba son felices en su sordera como infelices son los pobres de nuestro país que contemplan azorados todos los preparativos para renovar el sistema judicial que permitirá seguramente la rerereelección del máximo líder del MAS.
Cuando terminé mi perorata, Macacha me dijo apenada: “No se oye, tatay.”
Después de haber escuchado gritos estruendosos de ciudadanos que claman una solución al problema del alza en el costo de la vida sin que nuestros gobernantes se inmuten por ello, dije en forma apesadumbrada a mi corresponsal en el Palacio Real de la Plaza Murillo: ¿y qué dice el Presidente ante estas voces angustiosas que vienen de los cuatro costados del país…? La cochabambina con expresión de inquietud me contestó cabizbaja: “nuestro Presidente Vitalicio no dice nada porque no escucha nada”. Al recibir esta respuesta dije a la reportera palaciega si la sordera del presidente es un mal personal o de todos sus colaboradores porque nadie se inmuta ante el clamor de todo nuestro pueblo que comprueba cada día cómo el pequeño incremento salarial del 1 de mayo sólo ha servido para que exista una alza mayor del precios que nos hace temblar a todos.
Al escuchar de labios de mi comadrita que el mandatario sufre de sordera me pregunté si no estaría también pensando en realizar otro viaje a Cuba, esta vez para hacerse operar del oído como hiciera hace unos meses con un nódulo en sus cuerdas vocales.
La atribulada cholita me contestó que ella esperaba que se curaría sin necesidad de volver a La Habana porque en esa ciudad la sordera es un mal casi general que dura desde hace muchos años.
Le dije a mi corresponsal que me duele mucho la sordera del Presidente, del Vicepresidente y de los ministros porque ayer estuve conversando con mi amigo el panadero Dandy Mallea quien me explicó que para proceder al aumento salarial dispuesto por las autoridades tendría que vender cada unidad de pan en 80 centavos pues él trabaja con seis asalariados en su pequeña panadería lo que produciría lágrimas en el pueblo consumidor.
Ante esta posibilidad baje la cabeza —di la razón a Dandy— y pedí a Macacha hiciera saber esta mala noticia al Presidente y sus colaboradores, pero todos están sordos y no escuchan esa verdad ni otras como nuestro vergonzoso incumplimiento de contratos gasíferos con Argentina y Brasil, mientras los que están arriba son felices en su sordera como infelices son los pobres de nuestro país que contemplan azorados todos los preparativos para renovar el sistema judicial que permitirá seguramente la rerereelección del máximo líder del MAS.
Cuando terminé mi perorata, Macacha me dijo apenada: “No se oye, tatay.”
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