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jueves, 1 de noviembre de 2012

Karen Arauz expresa la indignación que le provoca ver al sacerdote José Gramunt de 92 años, anciano y envejecido al servicio de Bolivia, recorrer de una oficina a otra acusado por el EVISMO de racismo y discriminación. una falacia ante la que alza su voz interpretando el sentimiento nacional ante acciones cínicas de los que conducen el país.


Las imágenes del RP Gramunt de Moragas abandonando la fiscalía rodeado de también conocidos hombres de bien de este país, es una visión que nunca pensé se podría dar ni siquiera en dictadura, menos aún en democracia. Tengo que acreditarle mi noche de insomnio, a la actuación del Estado Plurinacional por esta imagen que no nos abandonará y que lastima hondamente a los que honramos la vejez, la valentía, la inteligencia y la dedicación que este sacerdote periodista -siendo extranjero- puso a disposición de este país por más de cincuenta años.
Es muy difícil mantener una cierta distancia cuando hechos como éste, desnudan la pobreza absoluta que nos rodea en términos de valores morales. Se han desterrado los principios y se ha perdido todo respeto. La persecución implacable a los medios de prensa independientes en Bolivia, ha pasado de ser una acción solapada, con indirectas, amenazas veladas y acres comentarios intimidatorios, para convertirse en una grosera maniobra que daña la estructura misma de la sociedad y sus valores intrínsecos El odio y el resentimiento se extrema en la persona del Padre Gramunt, que con sus noventas años, lo único que merecería es el más absoluto respeto, agradecimiento y admiración.
Tiene en su contra, su intocada capacidad intelectual y el que sus argumentos en su defensa, son irrebatibles ante un aparato de “justicia” que cada día nos ruboriza más. La posición de este gobierno en relación a las libertades sofocadas en pro de su proyecto hegemónico, raya en lo inadmisible. El 74% que apuntala la credibilidad de la prensa, seguida de la Iglesia Católica, es un porcentaje que no están dispuestos a aceptar. Si por ello deben cometer atrocidades atropellando los más elementales derechos y la pasividad colectiva da paso a esta ignominia, negros nubarrones se ciernen sobre todos nosotros como sociedad civilizada.
Lo implacable de las acciones cínicas y pragmáticas de quienes hoy conducen el país y la vida de diez millones de personas, es una consecuencia de la indolencia con la que hemos venido observando a lo largo de estos siete años, cómo se ha dado fin con las instituciones que ha costado tanto construir. Lo peor es que a medida que avanzan los días, el conformismo se va haciendo costumbre y en virtud a la propaganda gubernamental, los actores sociales llamados a defender lo construido, están intimidados y obnubilados por los supuestos logros de los que en materia económica se vanagloria el gobierno. Lo peor es que sabiendo a mitad del recorrido que nuestro rumbo está errado, no tenemos la capacidad de rectificarlo antes de llegar a la meta por otros impuesta.
Nada bueno se puede avizorar del futuro de la sociedad boliviana sino alzamos nuestra voz para hacer saber que los bolivianos, en una inmensa mayoría, respetamos a los ancianos, a los niños, a la familia y que somos una sociedad criada en los valores cristianos que acata las reglas de una convivencia civilizada y para quienes atropellos feroces y crímenes impunes, no forman parte de nuestra cultura ni de nuestra esencia.
Para terminar de ensombrecer un día altamente funesto, el país consciente ha quedado asombrado y espantado por la acción criminal que ha afectado nuevamente a un hombre de la prensa también de avanzada edad, que sufre de graves quemaduras en un intento de acallar una voz que denuncia constantemente a sectores aliados con la delincuencia y el hampa que está carcomiendo la paz y la seguridad.
La falta de garantías a los hombres y mujeres de la prensa libre en Bolivia, está tomando ribetes de gran dramatismo. Lo ocurrido en la Radio Popular de Yacuiba atacada con bombas incendiarias conociendo que en su interior habían personas, es un acto de barbarie y de infamia que nuevamente lastima a nuestra sociedad, sabiendo que, éste como el anterior caso de otro intento de acallar un medio en esa ciudad del Chaco boliviano, no se esclarecerá en el fondo. En todas estas acciones fratricidas, existe el que ordena y el que ejecuta. A veces, los segundos por una suma de dinero y otros beneficios, corre con toda la responsabilidad y llegan incluso a ser recluidos por un breve tiempo, dejando incólume a la verdadera mano asesina que tan cobardemente se oculta y se mimetiza en insospechados reductos intocables.
Los agravios suman y siguen y el desenlace que con seguridad devendrá, es de imposible pronóstico. La indignación ciudadana cuando desencadenada, es imprevisible en su curso de acción. Es probable que se este buscando la solución por el desastre en la marcha decidida hacia la consolidación de un sistema ajeno a nuestra idiosincrasia y puede llevarnos a los bolivianos a una confrontación que no deseamos por supuesto, pero que no debe ser descartada si el curso de las decisiones que se toman siguen violentando las libertades y la prevalencia de las leyes.

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