Los ciudadanos chilenos no tienen por qué atender a estas increíbles explicaciones. Como han dicho, quedaron shockeados. Ya venían impresionados por saber que sus familiares o amigos habían fallecido en un atroz, cuanto absolutamente evitable, accidente de tránsito; pero nada los preparó para toparse con cuerpos ensangrentados tirados “como carne común”. Así lo dejaron sentado ante los medios nacionales, pero también ante los chilenos que dieron gran cobertura al hecho.
Da vergüenza. Debe darla. Porque el decir que “no volverá a pasar” es admitir que pasó. Y no una vez. Los dolientes de otros accidentes —que son demasiado frecuentes en las carreteras nacionales— han atestiguado y sufrido ese trato indolente, esa falta absoluta de respeto para con las personas fallecidas. Tal como pasa con los indigentes que mueren en las calles. Sus despojos son tirados en pisos de cemento, indecentemente.
Tuvo que ser la mirada del extranjero la que levantara la alarma. ¿Quién iba a escuchar a los nacionales? Para qué, si es cosa cotidiana, normal.
Da vergüenza propia. Es como cuando una visita inesperada descubre en la casa de uno los platos sucios, las camas destendidas. No volverá a pasar, pero ya pasó, el daño está hecho.
Lo de la morgue es inconcebible. Más, cuando existe un terreno que la Alcaldía ha ofrecido para que se construya allí un lugar donde tratar adecuadamente a las víctimas, precisamente, de accidentes. Porque está claro que estos casos merecen un tratamiento distinto del que reciben quienes fallecen en un hospital.
Pero, mientras esto se soluciona, que seguramente tomará tiempo, la dirección del Hospital de Clínicas tiene que tomar recaudos para abordar el tema. Como prueba de lo dicho sobre los frecuentes accidentes, el viernes nomás se produjo otro muy cerca de La Asunta, con un saldo de casi 20 muertos.
Por supuesto que habrá que insistir en que las autoridades de Tránsito, de la Policía de Caminos y de cuantas entidades estén involucradas en el tema del transporte por carreteras y caminos, extremen las medidas de control para evitar que un viaje se convierta en un desastre. Como el del bus chileno que venía a Bolivia y que en Ayo Ayo se topó con un camión imprudentemente estacionado en plena vía. (Denuncia contenida en editorial de La Razón, de LP, Bolivia)
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