¿Quiénes son?
¿Quiénes o qué grupos actúan? ¿Son grupos organizados de la delincuencia común, del narcotráfico, contrabandistas, o surgen del espectro político?
Lo ocurrido en la localidad de Yacuiba, población fronteriza con Argentina, donde el periodista Fernando Vidal dueño y director de Radio Popular fue quemado con gasolina mientras desarrollaba su programa radial, se inscribe en uno de los atentados más brutales contra un profesional de la información.
El atentado criminal, fue perpetrado por cuatro personas que ingresaron a las instalaciones de la radio con los rostros cubiertos con barbijos y arrojaron gasolina sobre Vidal, y los equipos de la emisora y encendieron fuego. La llamas también alcanzaron a la operadora Karen Anze. El hecho se registró cuando el periodista conducía un programa en vivo y su hija había salido por un momento.
Se trata, por las características de este violento hecho, de uno de los atentados más bárbaros contra la integridad física de un periodista y que hasta el momento no podía ser concebido en la represión contra la libertad de prensa y de expresión, por lo menos en el país. Lo que ha ocurrido en Yacuiba representa un grado de intolerancia y de odio extremo, que plantean ya no solo preocupación en la larga cadena de atentados criminales contra medios y periodistas no sólo en Bolivia, sino en toda la región.
Los periodistas durante los regímenes dictatoriales, han sido asesinados, torturados, masacrados y muchos exiliados, pasaron hambre y miseria, pero, esto era factura de todos los días en los gobiernos militares. En democracia estas situaciones, que nunca deberían darse por las garantías que aporta el propio sistema, también se han perpetrado aunque con diferencias, porque los atentados no siempre tienen el sello del poder político, sino también de grupos criminales que reaccionan por sus intereses delictivos y cuando son denunciados públicamente.
Hace algunos años el periodista Carlos Quispe de FM 90.7 de Radio Municipal de Pucarani, en el altiplano de La Paz, fue torturado y linchado por una turba incitada por concejales municipales y dirigentes del municipio de esa localidad. Quispe murió el 29 de marzo de 2008 por traumatismo encéfalo craneano. Se levantaron tres procesos judiciales y ninguno prosperó, debido a “defectos procesales”. Es decir que semejante crimen ha quedado en la impunidad y sus autores están libres.
Lo sucedido, ahora, con el periodista Vidal, de Radio Popular de Yacuiba, debe motivar profunda reflexión de las instancias políticas, económicas, sociales y de la sociedad en general, respecto al momento en que estamos viviendo, empezando a preguntarnos hasta dónde la vida de los comunicadores sociales y periodistas en general tiene las garantías necesarias. ¿Quiénes o qué grupos son los que actúan y actuaron en el caso concreto del periodista Vidal? ¿Son grupos organizados en la delincuencia común? ¿A qué intereses representan, al narcotráfico, a los contrabandistas, o surgen del espectro político?
Las autoridades han expresado, como en otras oportunidades, iniciar investigaciones hasta dar con los autores del crimen, aunque una triste realidad nos enseña que estos atentados casi siempre quedan en el misterio. Sin embargo, las organizaciones de prensa en todo el país y sus afiliados no solo deben repudiar estos hechos, sino convertirse en vigilantes para que el manto de la impunidad sea levantado de una vez por todas.
El atentado criminal, fue perpetrado por cuatro personas que ingresaron a las instalaciones de la radio con los rostros cubiertos con barbijos y arrojaron gasolina sobre Vidal, y los equipos de la emisora y encendieron fuego. La llamas también alcanzaron a la operadora Karen Anze. El hecho se registró cuando el periodista conducía un programa en vivo y su hija había salido por un momento.
Se trata, por las características de este violento hecho, de uno de los atentados más bárbaros contra la integridad física de un periodista y que hasta el momento no podía ser concebido en la represión contra la libertad de prensa y de expresión, por lo menos en el país. Lo que ha ocurrido en Yacuiba representa un grado de intolerancia y de odio extremo, que plantean ya no solo preocupación en la larga cadena de atentados criminales contra medios y periodistas no sólo en Bolivia, sino en toda la región.
Los periodistas durante los regímenes dictatoriales, han sido asesinados, torturados, masacrados y muchos exiliados, pasaron hambre y miseria, pero, esto era factura de todos los días en los gobiernos militares. En democracia estas situaciones, que nunca deberían darse por las garantías que aporta el propio sistema, también se han perpetrado aunque con diferencias, porque los atentados no siempre tienen el sello del poder político, sino también de grupos criminales que reaccionan por sus intereses delictivos y cuando son denunciados públicamente.
Hace algunos años el periodista Carlos Quispe de FM 90.7 de Radio Municipal de Pucarani, en el altiplano de La Paz, fue torturado y linchado por una turba incitada por concejales municipales y dirigentes del municipio de esa localidad. Quispe murió el 29 de marzo de 2008 por traumatismo encéfalo craneano. Se levantaron tres procesos judiciales y ninguno prosperó, debido a “defectos procesales”. Es decir que semejante crimen ha quedado en la impunidad y sus autores están libres.
Lo sucedido, ahora, con el periodista Vidal, de Radio Popular de Yacuiba, debe motivar profunda reflexión de las instancias políticas, económicas, sociales y de la sociedad en general, respecto al momento en que estamos viviendo, empezando a preguntarnos hasta dónde la vida de los comunicadores sociales y periodistas en general tiene las garantías necesarias. ¿Quiénes o qué grupos son los que actúan y actuaron en el caso concreto del periodista Vidal? ¿Son grupos organizados en la delincuencia común? ¿A qué intereses representan, al narcotráfico, a los contrabandistas, o surgen del espectro político?
Las autoridades han expresado, como en otras oportunidades, iniciar investigaciones hasta dar con los autores del crimen, aunque una triste realidad nos enseña que estos atentados casi siempre quedan en el misterio. Sin embargo, las organizaciones de prensa en todo el país y sus afiliados no solo deben repudiar estos hechos, sino convertirse en vigilantes para que el manto de la impunidad sea levantado de una vez por todas.