El pasado jueves 24, el mundo enmudecía. Una foto en que aparecía un hombre enfermo, entubado, atribuída al Presidente venezolano convaleciente postoperatorio en Cuba, salía en la portada del periódico español El País. Esta foto causó un revuelo mundial, ironías de la vida, no por las razones que posiblemente se imaginaban los editores del periódico ibérico al momento de publicarla; sino, por un efecto boomerang, ya que la foto era falsa, como si fuera carnada urdida en la misma sala de redacción de El País, en ese instante, se carcomía inexorablemente la credibilidad periodística de este medio. Aunque muchos que leen el portal de este periódico ibérico se dieron cuenta que, de un tiempo a esta parte habría asumido una posición crítica con aquellos gobiernos progresistas de América Latina, pero jamás nadie se imaginó que El País iba a transitar por aquellos recovecos peligrosos de la manipulación periodística. De allí que este grueso y grotesco episodio no sólo debe reducirse a condenar como si fuera un mero desliz periodístico ya que por el contexto que bordea a este hecho adquiere una lectura política insoslayable.
A partir de la hospitalización de Chávez en Cuba, en Venezuela, se abrió un clima de incertidumbre alimentada por una política informativa hermética de las autoridades del Gobierno venezolano con respecto a este caso, por un lado, y por otro, amén a una cruzada mediática, inclusive mediatizada por una manipulación periodística (véase el periódico español ABC) como si fuera un juego de ajedrez. Esta disputa mediática, parece evocar aquellas añejas disputas entre los servicios de inteligencia norteamericana y cubana. Por ejemplo, las autoridades venezolanas recurrentemente acusan que esta política de desinformación con relación a la salud del presidente Chávez es parte de una tramoya urdida por el imperialismo. Posiblemente, por esta razón que las autoridades venezolanas no sólo confiaron la salud del Presidente a manos de los médicos cubanos; sino que el control informativo, como es previsible, esté en manos o por lo menos asesorado por la inteligencia cubana. Como es bien sabido, a raíz de un constante acoso norteamericano sobre la isla, la inteligencia cubana es experta en lidiar con este tipo de guerra sicológica. Por ejemplo, el Defensor del Lector de El País, urde un argumento pueril para justificar la difusión de esa foto amén a las restricciones y la ausencia de la transparencia informativa del Gobierno venezolano que “la foto de Chávez se constituía en un documento de interés para la opinión pública mundial”.
Ahora bien, por las circunstancias que había sido adquirida la foto se hace poco creíble que fuera un “error periodístico” de El País, a sabiendas del hermetismo informativo que rodea a la salud del presidente Chávez. Por las explicaciones descritas anteriormente, se refuerza la hipótesis que este periódico haya tomado una posición política de oposición con respecto al presidente Chávez a sabiendas de la importancia de su liderazgo en Venezuela, muy típico de países marcados por un populismo in extremis. Más allá de la condena sobre la difusión de esta “foto falsa”; aún si fuera fidedigna, se debería analizar la intencionalidad y la alevosía de la difusión de la misma, que se desprende de las propias palabras de su director, Javier Moreno Barber, quien en su cuenta de Twiter anticipaba: “Prepárense para una extraordinaria foto exclusiva en la web de El País en breve”. Por lo tanto, la pregunta de rigor es: ¿Por qué un medio del dizque prestigio que gozaba en la órbita del periodismo, no sólo en su país sino a nivel mundial; decide poner en evidencia su prestigio? Una explicación es que El País decidió, al igual que otros medios, ser parte de esta cruzada (mediática) macabra que busca generar zozobra política en Venezuela a propósito de la enfermedad del presidente Chávez. Por eso, la necesidad convulsiva de construir un enemigo y sacarlo en una primera plana, desfigurado y entubado: casi vencido. Se esperaba un impacto político innegable; sí lo hubo; pero a la inversa, ya que El País sólo logró vender su alma al diablo y eso, sabemos todos, es irreversible.
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