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martes, 24 de septiembre de 2013

Santa Cruz tierra bendecida y generosa


Mucho, y de lo más diverso, es lo que ha dado y sigue dando Santa Cruz, la generosa tierra del oriente y de Bolivia que, no obstante injustos y mezquinos abandonos a que se la tuvo sometida durante más de un siglo, nunca regateó su calidez ni su prodigalidad. En torno a esta región cálida y pródiga empezaron a cifrarse las esperanzas de los bolivianos tan pronto concluyó el ciclo de la altipampa y de los valles.

Y no se equivocaron los que aquí, en nuestra Grigotania bravía, depositaron sus esperanzas y sembraron sus buenas semillas, porque la tierra se abrió para todos, el surco germinó y entregó sus exquisitos dones, sin pedir nada a cambio. La buena tierra cruceña tiene sus reservas naturales para seguir atendiendo los requerimientos del tiempo que discurre y de los que le seguirán. Sus riquezas y vigorosas nutrientes seguramente alcanzarán para satisfacer las demandas de estas épocas marcadas por la crisis y mucho más allá aún, cuando se ha vuelto un imperativo la producción de alimentos para satisfacer una demanda creciente nacional y mundial.

Y en cuanto a los cruceños, es cierto que aun de las tradicionales canteras en que fueron labrados nuestros patricios y pioneros han surgido nuevas generaciones de grandes capitanes, conductores exitosos de empresas, profesionales y técnicos capaces, expertos líderes del pensamiento y de la acción, indomables frente a la adversidad, con notable iniciativa para disimular las estrecheces del medio. Estas nuevas generaciones de cruceños recibieron la posta que les dejaron sus mayores y avanzaron más allá de lo que se podía esperar. Hombres y mujeres siguen haciéndose dignos de su estirpe indomable, de la tierra que los vio nacer. Pero también es posible que parte de estas nuevas generaciones pudiera estar transitando otros caminos y actúe en otras esferas. Frutos buenos y malos se recogen de los campos todos los días. Al final, la selección natural termina imponiéndose y los malos frutos se eliminan entre los desperdicios.

Una tierra, la cruceña, siempre dando, y con reservas para seguir haciéndolo más allá de los tiempos. Un pueblo, el cruceño, con la fibra de los capitanes invictos, de los grandes conductores, de los líderes indiscutidos. Buenos pilares, inmejorables, en este tiempo señalado como el de la construcción de la Bolivia nueva.

Desde Santa Cruz, los hijos de la generosa tierra y cuantos llegaron a ella para compartir sus destinos miran con optimismo el porvenir. (Editorial de El Deber, saludando a Santa Cruz)

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