Hace poco el presidente venezolano Nicolás Maduro adelantó la Navidad para que la población pueda disfrutar doblemente una de las fiestas más consumistas del mundo, pues la idea no era mandar a los venezolanos a rezarle al Niño Dios, sino reclamarle sus regalos al gordo Papá Noel.
Días más tarde ordenó que los comercios dedicados a los electrodomésticos rebajen sus precios en un 50 por ciento y la gente asaltó los locales en busca de sus aparatos más preciados. En seguida, Maduro dijo que se encargará de que cada uno de los hogares de su país tenga un televisor plasma.
Haciéndose eco de esa misma onda, el Gobierno boliviano acaba de lanzar el decreto que ordena el pago del doble aguinaldo, lo que viene a confirmar que el discurso socialista de la austeridad, la frugalidad, la vida pastoril y el vivir bien junto con las piedras y la naturaleza ha sido tirado al tacho.
“Viva el consumismo”, parece ser ahora la consigna de los populistas latinoamericanos y para que haya consumismo lógicamente tiene que haber capitalismo, de otra forma no queda más que asaltar lo ajeno, consigna que suele durar muy poco. En realidad los regímenes socialistas se terminan cuando ya no hay qué repartir a las masas, y al ritmo tan acelerado que marcha la “piñata” se acabará más pronto de lo esperado.
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