Si hay algo de lo que nunca se podrá acusar a Evo Morales y a sus más cercanos colaboradores es de falta de sinceridad. Es que con admirable franqueza suelen dejan al descubierto sus más íntimos deseos e intenciones, las pulsiones que orientan sus actos hacia un solo fin: el poder total.
Las más recientes manifestaciones de ese afán fueron motivadas por los resultados de las elecciones de abril en algunos municipios y departamentos donde el MAS no logró hacerse del control total de las Asambleas Departamentales o de los Concejos Municipales. Para cada uno de esos casos el oficialismo ha puesto en marcha un plan de acción específico diseñado según las circunstancias particulares y ha recurrido a distintos métodos, así sean contradictorios en sí mismos.
La utilización indisimulada de funcionarios judiciales ya sometidos al aparato gubernamental ha sido, hasta ahora, el medio más utilizado, como en Quillacollo, por ejemplo. En el Cercado, en cambio, donde no tuvo éxito el inicial propósito de privar a la oposición mediante artilugios legales de un voto decisivo, ha optado por las amenazas. Y ha sido el Presidente Morales quien en persona se ha encargado de proferirlas. Ha dicho que, para neutralizar a la oposición, siempre que haga falta recurrirá “al sexto concejal del MAS”, los “Movimientos Sociales”.
Se refería, claro está, a la posibilidad de recurrir, como ya lo hizo en muchas ocasiones, a turbamultas encargadas de imponer a través de cercos, bloqueos o asaltos --como en enero de 2007 en nuestra ciudad— la voluntad omnímoda de quienes gobiernan. Curiosa manera de comprender y practicar la democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario