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sábado, 15 de diciembre de 2012

Hugo Díaz Monje, su hermana Mecha Díaz fue también gente de Radio como Walter Vásquez una cálida voz tan clásica como la de Mario Castro, o Lalo Lafaye, o Jorge Hochmann para los oyentes especialmente de La Paz, Bolivia


Pasó por varias emisoras nacionales, incursionó en el teatro y es docente universitario. No piensa en jubilarse, porque la radio es su pasión eterna.
entrevistado por La Prensa. con Hugo Días Monje Walter Vásquez de La Paz
Cuando era niño, en su casa no había un receptor de radio. Sin embargo, eso no le impidió convertirse, con el paso de los años, en uno de los locutores símbolo de emisoras como Panamericana y Cristal. Walter Enrique Quiroz Vásquez no revela la edad —“los hombres también somos coquetos”, dice con una sonrisa cómplice—, pero sí se anima a recordar sus días de radio, que sólo acabarán cuando deje el planeta, quizás en un encuentro del tercer tipo como los que relataba en el programa Enigma en la década de los 80 del siglo pasado.
 
 AMOR POR EL MICRÓFONO. Paceño de nacimiento, Walter Vásquez —denominación que eligió cuando le preguntaron al grabar un radioteatro qué nombre ponían en los créditos finales— comenzó con lo que antes se llamaban también radiodramas o teatralizaciones radiales.
Hacia fines de 1959 debutó en un radioteatro. Meses más tarde participó en un concurso de locutores convocado por Raúl Salmón en radio Altiplano, “que era una emisora top en ese momento, e ingresé en esa emisora junto a Yáscara Claure. 
Ése fue mi inicio oficial en la locución, en 1960”.
En esas épocas cada locutor cubría un turno de tres horas y en ese segmento había muchos programas, porque duraban máximo 20 minutos cada uno, excepto el informativo, que se extendía a 30 minutos. “La publicidad se la leía de viñetas, de cartones que pasaban, y se la hacía en vivo”.
En 1961 fundó, con Salmón, la radio Nueva América. Siguió con los radioteatros con Elvira Llosa de Salmón. “Simultáneamente empecé a trabajar en otras emisoras, porque no había exclusividad: hacía libretos en radio El Cóndor, leía noticias en radio Universo. Después, con examen de competencia, ingresé en radio Illimani (hoy Patria Nueva), donde también leía noticias”.
Tras el golpe de Hugo Banzer, tuvo que irse a los campamentos mineros. Trabajó en radio Nacional de Huanuni. “Volviendo de las minas, ingresé en radio Panamericana, en enero de 1974, y me dediqué exclusivamente a ella, hasta 1985. Después trabajé como ocho años, un poco más, en radio Cristal”.
Luego inició sus vínculos con la docencia universitaria en la Universidad Mayor de San Andrés, actividad que aún desarrolla en una casa de estudios privada. “Fui invitado a hacer radioteatros en Voces Unidas, cosa que no he dejado hasta ahora. Ingresé como docente en la UMSA a finales de 1989 y, con interrupciones, estuve allí hasta el año 2007”.

 DÍAS DE RADIO. Entre las miles de anécdotas que tiene, recuerda una en particular cuando era joven y presentaba un programa que se llamaba Nieve en los cabellos en Nueva América. En el segmento se tocaban boleros y tangos. “Raúl Salmón, Antonio Peredo, José Viaña y Mario Guzmán Aspiazu lo escribían. Recordaba La Paz con sus nombres antiguos y el Café París, con las llegadas de orquestas”. No duraba más de 15 minutos, pero tenía una gran acogida. Un día le buscó una señora mayor y él se acercó, pero ella le dijo: “No, estoy buscando a su papá”.
Su experiencia en los radioteatros le llevó también al mundo de las tablas. Primero trabajó con Leo Redín, con quien hizo Tres generales. “Después hice teatro con Alfredo Rivera Achá, con Mario Soria Valverde, y finalmente, desde el año 80 hasta 2002, con doña Ninón Dávalos”.
“Raúl Salmón decía ‘la radio es reloj’. Considero que tenía razón, pero para mí también la radio es, sobre todo, arte. Yo moriré al lado de un micrófono”.
Walter Vásquez / RADIALISTA
“Yo me crié solamente con mi mamá y le debía todo a ella. (Decidí reconocer) al apellido que me dio todo, empezando por la vida y el ser como soy, (el de) mi madre”.
Walter Vásquez / RADIALISTA
La DEDICACIÓN REPERCUTió EN SU VIDA PERSONaL. Es padre de un varón, Juan Augusto Quiroz, “el hijo cuasi perfecto, así como es el sol de mi vida, perdí el primer sol. Y eso me lastima mucho porque pasó cuando trabajaba en Panamericana”.
Era tanta la responsabi-lidad que tenía cuando trabajaba, que estaba allí mientras su esposa tenía a su primogénito. “Me llamaban del hospital y no pude ir hasta después del noticiero. Cuando llegué, cinco minutos antes había fallecido 
mi hijo”. Pese a ello, conside-ra que compartió con grandes colegas, de quienes guarda muy gratos recuerdos y con los que trata de mantenerse 
en contacto.

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