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viernes, 24 de agosto de 2012

Erick Fajardo desde el exilio blande su pluma en defensa del padre José Gramunt al que califica de cruzado como el templario que vive custodiando la Libertad de Expresión sin claudicar


En el hogar de cuatro exiliados del “socialismo forajido” tarde de sábado y viejas películas, logradas en la biblioteca del condado de Fairfax, son el único espacio de tregua en el frenético ritmo laboral y las imposiciones financieras del consumismo.
Con un hijo sobre cada regazo y la voz de mi esposa al teléfono disputándole el éter al inglés campirano de Harrison Ford y al acentuado “old british” de Sean Connery, recibo una alerta de smart phone informando de la demanda penal gubernamental contra la Agencia Nacional Fides por “distorsionar” la prístina retórica del presidente Evo Morales que, en otro célebre exceso verbal, acusó al oriente de “pasar hambre por flojera”.
En el rosario de gafes y osos presidenciales el nuevo exabrupto no debiera haber pasado de otra anécdota periodística, una “evada” más, pero sirve de pretexto para asestar el más certero golpe del gobierno en los últimos seis años a la prensa nacional.
Nada nuevo. La animadversión de los regímenes chavistas hacia la prensa libre es de dominio público y la confiscación y cierre de canales opositores en Venezuela, dio vía a la judicialización a la prensa en Ecuador y finalmente la guerra abierta a los medios “pro-imperialistas” en Bolivia.
Sin embargo, pese a su profunda comprensión del arte de la propaganda, la guerra del evismo contra la prensa ha sido torpe y desorganizada. Sus ataques fueron esporádicos y reactivos antes que estratégicos y la principal ocupación del régimen consistió en el copamiento de la radiodifusión comunitaria y la toma de control, a través de terceros, de la cadena televisiva y el periódico más críticos hasta 2008.
Tras entender que el potenciamiento de los medios estatales y el decreto que impone la transmisión en cadena de las cansinas peroratas presidenciales no le daba control sobre la oferta informativa, vino la censura. Aun así, hasta ayer, el ensañamiento aislado con ciertos medios y la pulseta con el gremio periodístico distraían al evismo de una acción efectiva contra la prensa.
La anunciada querella contra ANF constituye el primer golpe certero al sistema de distribución de información no gubernamental. El gobierno parece finalmente entender que – en términos marxistas –, la ANF “baja la línea” del discurso periodístico contestatario y que el 90% de los diarios, la prensa televisiva y la radiodifusión nacionales arman su agenda a partir de las pautas informativas de Fides y se descargan de publicar las noticias polémicas bajo el respaldo de fuente de la prestigiosa y última agencia de prensa nacional.
La judicialización de la agencia Fides es un torpedo directo a la quilla de la nave insignia de la prensa independiente en Bolivia; un profundo mandoble en la garganta del flujo de información no oficialista.
Por más de medio siglo la agencia de noticias, al mando del irreductible Gramunt, fue por definición “contestataria” a todo régimen de fuerza anterior, en la medida en que la fiscalización periodística le ha resultado igual de incómoda a la derecha de finales del siglo XX que a la izquierda del siglo XXI.
En 2010, una iniciativa legislativa del difunto senador Gerald Ortiz solicitó la más alta condecoración, Bandera de Oro, para la agencia Fides y su octogenario fundador, fundamentada en su trayectoria y su defensa de la democracia; iniciativa archivada hasta hoy, pese a tener informe positivo de comisión, debido al veto del Ejecutivo.
Mi memoria trata de evocar el rostro del viejo jesuita mientras mi hijo inquiere sobre el epílogo de “La última cruzada”, donde un anciano templario vivió 300 años custodiando el sagrado Grial solo aguardando para morir la llegada de quien lo reemplazaría al cuidado del mayor símbolo de la cristianidad.
No es el caso. Creo que al anciano Gramunt le tocará blandir la espada de la libertad de expresión por otro trecho más de la sufrida historia del periodismo en este país. Y si la historia administra justicia mejor que el Estado plurinacional, le tocará coronar su carrera viendo el epílogo de este nuevo régimen.

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