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viernes, 29 de marzo de 2013

Humberto Vacaflor compara Bánzer con Morales en el manejo de la economía y previene de peligros que un economisma como Armando Méndez está advirtiendo.


La cotización del dólar en Venezuela llegó la semana pasada a 30 bolívares en el mercado paralelo, aunque el cambio oficial era de 6,50. Entretanto, en Argentina el dólar “blue” trepó a 8,90 pesos, y el gobierno estaba entregando dólares a sus amigos a 5,10, para ayudarlos y, de paso, bajar la cotización.
Mientras tanto, en Bolivia el gobierno está jugando con fuego, metiendo la mano en el delicado mecanismo de la banca, convencido de que los altos precios de las materias primas le autorizan a ser irresponsable.
El comportamiento del gobierno revela que cuando los precios de las materias primas están altos, los responsables de la política económica actúan convencidos de que están a salvo de todo riesgo y que pueden darse el lujo de tomar decisiones sin meditar, porque están “blindados”.
Armando Méndez, expresidente del Banco Central, decidió hablar sobre este tema, cuando todos los expertos parecen obnubilados por el “manejo serio de la macroeconomía” que atribuyen al actual gobierno.
Méndez recordó que en el gobierno de facto de Hugo Banzer (1971-1978) se produjo otro intento por fijar las tasas de interés desde el Ministerio de Finanzas (así e llamaba entonces).
Se trata de otro rasgo de comportamiento similar entre estos dos gobiernos, el de Banzer de los años setenta y el de Evo Morales de ahora. Son gobiernos gemelos, separados por el tiempo y por una aparente discrepancia política, aparente porque el militar de los años setenta también aspiraba a quedarse veinte años.
El precio del estaño sirve para este ejercicio. En el gobierno de Banzer la libra fina llegó a 7 dólares (cuatro veces superior a la cotización anterior) y en el de Morales llegó a 12 dólares (nueve veces superior a la anterior).
Lo mismo ocurrió con otras materias primas que el país exportaba entonces y exporta ahora. Los ingresos se multiplicaron por cinco.
Pero en ambos gobiernos ocurrió que la deuda pública también creció, en similares porcentajes. El pecado que ambos cometieron fue inflar los gastos por encima de los espectaculares ingresos.
Banzer y Morales, en sus respectivos tiempos, dijeron que los bancos se estaban beneficiando con los ingresos que ellos habían provocado. Y era preciso obligarlos a compartir esas utilidades.
Ahora, el gobierno de Morales avanza en ese sentido respecto de los bancos. Está manejando un instrumento muy sensible, un sistema que administra la confianza de los ahorristas.
Aparte de Méndez, nadie está advirtiendo sobre este riesgo.

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