Me cuesta sentarme en la computadora y ponerme a escribir después de haber compartido treinta minutos con Leopoldo Fernández, recluido en una pequeña celda en el penal de San Pedro.
Siento tan dentro mío el dolor de las injusticias que muchas veces estas me dejan perpleja y sin palabras, me dejan atónita, confundida, dolorida hasta los huesos y mucho más cuando veo que las víctimas son tan hidalgas, tan superiores en su conducta, que toman estos hechos degradantes como si fueran parte de la vida cotidiana, un capítulo más que les tocó vivir, sin aspavientos, con humildad, con resignación, con temple y con la entereza de los héroes de las tragedias griegas que aceptaban el destino aciago a sabiendas de que los dioses les serán propicios en la próxima vuelta de la esquina de la historia y les permitirán sacar todo su ser para que los pueblos aprendan que la justicia es divina y los principio rectores y la libertad son aspiraciones dignas a las que hay que dedicarles todos los desvelos e incluso la vida entera, porque los pueblos sobre los que ha caído el sino fatal de la injusticia se insumen, se aniquilan, se destruyen sin remedio.
Después de algunos trámites en los que se nos exigió el cumplimiento de algunas reglas para el ingreso al penal, pudimos ver a Leopoldo quien nos recibió afable. Sus palabras íntegras y mesuradas nos dejaron ver al hombre con gran capacidad de análisis político, pese a que apenas cabía en su pequeña celda del Penal. El corazón se conduele ante las soledades injustas que reinan ahora en la cárcel de San Pedro que alberga presos de conciencia, me decía yo mientras subíamos por una estrecha escalinata que conduce a la celda donde Leopoldo se nos apareció como un gigante que este gobierno está intentando aprisionar en una caja de fósforos. Se encontraba con una de sus hijas y un nieto pequeño que lo visitaban, sin poder aquilatar en su inocencia la circunstancia y el significado que carga en sus espaldas el hombre que es su abuelo, privado ahora de libertad y de acceso a la justicia.
La conversación fluyó amena porque Leopoldo es un hombre que tiene conceptos claros y precisos, que analiza los hechos políticos sin necesidad de hacer proselitismo, porque todos sus poros respiran política, razón por la que sus recomendaciones no se hicieron esperar pues entre todos los conceptos cabales que emitió, planteó que el Eje de Convergencia debe albergar a todos los bolivianos de buena voluntad, a todos los que esperan que nuestra patria sea reconducida a la democracia, a la vigencia del Estado de Derecho y las libertades y que esta no debe ser nunca una alianza coyuntural sino más bien una alianza que se conforme en un bloque firme y sólido para empujar el destino del país por muchos años y hacia mejores días. Esto me tocó profundamente porque es precisamente lo que me ha llevado a formar parte activa del Eje de Convergencia y porque se constituye en el factor movilizador que encarna a una verdadera revolución política y de principios, donde todos puedan participar en igualdad de condiciones, con sus diferencias, aunque iguales ante el ejercicio democrático y el cumplimiento y ajuste a las leyes que deben ser un principio rector para alejarnos de las arbitrariedades de los caudillos y los tira sacos de los caudillos.
El cambio en Bolivia viene por los bloques de unidad, por las interacciones en las que los apetitos personales deben pasar a un segundo plano y se tienen que poner en primer lugar las necesidades del país, contempladas en un proyecto de país democrático en el que se respeten a todos y cada uno de los ciudadanos y tomemos distancia de los odios raciales y de las ambiciones del poder para usufructo de unos cuantos. Aquí en Bolivia la derecha, la izquierda y el centro son una ficción, un argumento para distraernos y para vendernos gato por liebre mientras el país sigue debatiéndose en la pobreza y la concentración de la riqueza está en manos de un grupo de políticos y de empresarios que hacen negocios con los políticos que toman el poder y hacen y deshacen del erario público, situación que en la gestión de Evo morales se ha agravado hasta límites absurdos, y que ha llevado a que su gobierno atente contra nuestras instituciones, nuestras familias y nuestros derechos y libertades a fin de hacer de las suyas sin control social, jurídico ni administrativo.
Volviendo a la conversación con Leopoldo, a pocos minutos de iniciada nuestra platica, salió del pequeño baño que está incrustado en su celda, la "negrita", como le llama cariñosamente Leopoldo a la compañera de su vida. Me llamó la atención verla tan bien arreglada, pulcra, bonita y dispuesta a seguir una jornada más al lado de su esposo. La "negrita", nos saludó amistosamente y se desenvolvió con total naturalidad dentro de la pequeña jaulita en la que permanece recluida por voluntad propia a fin de acompañar a su esposo. Leopoldo nos comentó que ella es su compañera por 35 años y que en gran medida gracias a ella no ha perdido la fe ni ha roto con la cordura.
Más que todos los conceptos nobles que vertió Leopoldo, me empeñaré en rescatar al hombre encarcelado injustamente, al hombre que ya es un mito para los bolivianos, el mito de la reivindicación de justicia. Me atrevo a decir que "Leopoldo somos todos", nos encarna a todos porque es también el símbolo de la cárcel que nos ha impuesto esta tiranía, de la coartación de nuestras libertades, de la represión sin límites que se está viviendo en Bolivia y que intenta profundizarse después del 6 de diciembre, en caso de que la votación de los bolivianos incautos y arrebañados se incline por Evo Morales o sus socios que forman parte de la oposición funcional que no piensa en Bolivia ni en los bolivianos sino que apunta a los negocios que Evo Morales les puede dejar en caso de que sigan siendo funcionales. Leopoldo es también el símbolo de la traición que han perpetrado aquellos que fungieron de amigos y que supuestamente encarnaban la misma causa democrática y autonomista, pero que sin ninguna vergüenza lo dejaron a merced de la tiranía pues se postraron como gallinas a buscar los granos de maíz o las migajas que el poder de Morales había decidido dejarles si guardaban sumisión y silencio. Leopoldo es el hombre traicionado, el hombre abandonado, el hombre privado de su libertad y de sus derechos por no haberse comportado como esclavo, por no haberse dejado comprar con las monedas con las que Judas sigue traicionando y vendiendo los principios rectores.
Aunque esta no fue la primera vez que visité a Leopoldo, está vez la herida de su encarcelamiento me pareció más cruel pues ha pasado más de un año y sigue siendo objeto de la tiranía sin que las voces se alcen como deben elevarse. Me dolió muy adentro el que nuestro tan bien elegido candidato a vicepresidente se encuentre privado de hablar con los bolivianos, pero agradecí en lo profundo de mi corazón el acierto que tuvo Manfred Reyes Villa de haberlo elegido como acompañante de formula y me complací por estar como una humilde colaboradora, por haberme puesto al lado de tantos hombres y mujeres que han dejado sus temores para abrazar con decisión y fortaleza la causa de la libertad y la justicia.
Leopoldo somos todos los que amamos la libertad y la justicia y los que nos comprometemos a no transar con la dictadura que compra conciencias, o que cuando encuentran que estas no tienen precio las encarcelan, las reprimen aunque nunca podrán someterlas. Leopoldo somos todos los que tampoco apostamos a los billetes y los negocios que el poder deja en las manos de quienes le hacen el juego de convertirse en oposición funcional.
Cuando nos despedimos apresuradamente, la señora Negrita almorzaba en el patio del penal, gozando del soleado día que la vida le había regalado junto a su compañero de años de afecto y de lucha.
Dios bendiga a Bolivia y perdone a los que siguen decididos a conculcar nuestros derechos y libertades y también a aquellos que no sienten vergüenza de entregarse y entregarnos, a los hipócritas que se arrodillan por migajas de dinero y poder, a los tiranos y a los carceleros, que son los hombres más monstruosos que existen sobre la faz de esta tierra.
Leopoldo somos todos. Santa Cruz y Bolivia tienen el cometido de desenmascarar los encarcelamientos injustos, las matanzas que se digitaron en el Porvenir y en el Hotel Las Américas. Dios Salve a Nuestra Patria.
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