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jueves, 11 de septiembre de 2008

autor: Winston Estremadoiro sobre la amargura que vive nuestra Bolivia de Hoy

No me ninguneen si les confieso que con los años la sensibilidad se ha vuelto vitíligo doloroso en mi piel. Me sacó lágrimas mientras el Réquiem de Mozart acompañaba mi hilar líneas sobre el radialista Carlos Quispe Quispe, que regalaba aires musicales en Pucarani cuando una turba politizada irrumpió en la emisora y le asesinó a golpes.

Sin pretensión de sabihondez musical sobre cuánto fue autoría de un pupilo del agónico Mozart, me apoyo en su última obra y sopeso contrapuntos a la situación política actual. La Lacrimosa, conmovedora estrofa que evoca que “día de lamentos será, cuando el polvo se levantará, para el culpable a ser juzgado…” inspira contrasentidos que es oportuno ventear en este tiempo de propensión totalitaria, atropello a la autonomía y arbitrariedad con el IDH.

Al persistir con el decretazo que llaman combo, el gobierno de Evo está cometiendo contra la democracia el mismo crimen perpetrado al radialista. Imponer un proyecto de país centralista, oclocrático y prorroguista, a la Bolivia progresando a la modernidad con visión autonómica y productiva. ¿La sumisa Corte Nacional Electoral se pronuncia contra el decreto? Creo que es un ardid. A talegazos o por presión, un Congreso sitiado acelerará la ley, soslayando el meollo del tema: lo ilegal del proyecto de Constitución masista.

Si la gente no reacciona, será grasoso combo de hamburguesa con papas fritas, embutido en el futuro próximo con referendo montonero y doloso: un proyecto chuto de Constitución, combinado con limitar el tamaño de predios agropecuarios, que los relega a ser improductivos —más si son de odiados cambas. De bebida, la elección de prefectos revocados y subprefectos provinciales. Es comida basura, como el referendo revocatorio de hace poco, que mezclará engordador pan del voto consigna, con cancerígena carne transgénica de manejo doloso del sufragio mediante votos de venezolanos, cubanos, difuntos y clones duplicados en un padrón electoral adulterado, aderezados con la salsa de estamentos sumisos al poder político.

¿De dónde viene la petulante soberbia de Evo Morales y su entorno?
Del poder político asentado en abusos impunes al Estado de Derecho, ejercido por engendros montoneros glorificados como movimientos sociales. Por cansancio de los bolivianos lograron el putsch democrático de encumbrarle como Presidente en las urnas. Irrespeto a la ley y a los derechos de otros es desde entonces tatuaje distintivo del gobierno de turbamultas: una democracia degenerada a oclocracia aleccionada. ¿No es un contrasentido que lamenten bloqueos regionales, a tiempo que una vez más amenazan sitiar al Congreso para aprobar sus desmanes?

Mientras laboriosos bolivianos migran adonde sea para trabajar de lo que fuere y generan 10% del PIB nacional con sus remesas, el desgobierno da rienda suelta por debajo de cuerda al narcotráfico y por arriba, al contrabando. Obnubilados por la propaganda, pocos se quejan del pan tres veces más caro, de colas para conseguir una garrafa de gas, de diesel hacedor de millonarios ahora convertido en arma de agresión a productores agropecuarios. Dilapidan ingresos de época de vacas gordas por buenos precios de materias primas, nutriendo una plebe de adictos a subvenciones políticas: reparten plata con bonos electoreros; importan alimentos que se venden a fracción de su costo real; regalan cheques chavistas para obras que masistas malversan, impunes.

Alguien me hizo notar el babeo casi orgásmico de García Linera viendo desfilar a los Ponchos Rojos en el día de las FF.AA. Quizás anestesia la dosis de talegazos y delirio chavista a emperifollados uniformados acompañantes en la testera. Estos, en vez de amenazar con sus armas a civiles, bien harían en preocuparse que los paramilitares de Achacachi y Chapare son embriones de una nueva fuerza armada, como las Camisas Pardas hitlerianas. Mejorada versión de la que se pretendió imponer en 1952: sus mandos reales serían curtidos veteranos de intromisión cubana en Angola, Etiopía (y Bolivia, 1967).

Hoy que campea el contrabando en este país de fronteras permeables, extraña la diligencia en incautar importaciones de bastones, cascos y escudos para policías municipales autonómicos, cuando socapan aviones y militares venezolanos internando sabe Dios qué armas en noches descuidadas. De no ser por la ciudadanía alerta en Riberalta y Santa Cruz, al carecer de poder disuasivo contra vecinos mejor armados ¿será que construir bases militares con petrodólares venezolanos, es para proteger el protectorado de Chávez en que han convertido a Bolivia?

Que me tilden de agorero si presagio que nuevos y más cruentos Terebintos se ciernen sobre la tierra oriental. No viajarán en camiones como los ucureños de 1958. Armados de fusiles AK-47, en aviones Antonov An-225, Ponchos Rojos despegarían de un aeropuerto alteño ya cautivo; cocaleros, de la pista de Chimoré confiscada a gringos complacientes, y ampliada. No serán necesarios los Steyr austriacos del ejército, con los tanques AMX franceses dados de baja en Venezuela por compras recientes de material bélico ruso.

En contienda civil que ya ha empezado entre dos visiones de la Bolivia del futuro, no debe sorprender que periodistas sean víctimas de fuego cruzado. Viene con el oficio, más aún si atiza el encono contra ellos nada menos que el mismo Presidente. Un Evo Morales que le debe mucho al gremio, pero cuya ambición prorroguista, nula vocación democrática y megalomanía en subida, arrebujan la paranoia de todo autócrata que ve hostiles por todas partes, como acosan los bichos al alcoholizado con delirium tremens.

Pienso en Bolivia al parafrasear la Lacrimosa del Réquiem: “Sálvanos, oh Dios, misericordioso Señor Jesús, danos la paz”. A estas alturas, tal vez la concordia no venga sin previo enfrentamiento fatricida.

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