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miércoles, 9 de diciembre de 2009

merecido se lo tiene el cementero por favorecer al MAS. sus pobres resultados a pesar del colosal gasto, se explican por el daño inferido a la demo...

Álvaro Riveros Tejada
Llanto de hamburguesas

A la luz de lo obtenido por el candidato de Unidad Nacional en la última contienda electoral, cuyo resultado se tradujo en la obtención de sólo tres, de los 130 diputados asignados a la asamblea legislativa plurinacional, ha surgido una serie de interrogantes que es necesario absolver: ¿Ameritaba que el candidato realice semejante inversión (que ronda los millones de dólares) para obtener tal cantidad de representantes? si sabemos que el precio de éstos, puestos gancho en plaza Murillo, no excedía de los 20.000 $us que se acostumbraba cobrar por dicho curul, y que de haberse embarcado en la nave del capitán, en calidad de copiloto, habrían sido cuantitativamente más baratos?


¿No fue acaso su actitud deliberadamente mezquina la que dispersó el voto opositor, con la certeza anticipada -de acuerdo a todas las encuestas- de que su participación no obtendría más del 8% del electorado?

Tuvieron que existir razones de mucho peso para que un empresario tan exitoso se preste a jugar el papel de perro del hortelano. ¿Fue quizás el temor a la nacionalización de sus cementeras? ¿Acaso el síndrome de Estocolmo mal curado frente a sus antiguos secuestradores? O simplemente un frío, práctico y concreto cálculo mercantilista ante su nuevo socio George Soros que, según noticias de la prensa norteamericana acaba de adquirir el 47,5% de su empresa convirtiéndolo así, por vasos comunicantes, en prioste de sus actuales accionistas.

Lo cierto es que el candidato de cemento quebró la unión opositora que con su concurso pudo concitar en el electorado una mayor esperanza de coherencia y racionalidad en la fórmula, haciendo que de ella emerja la reserva moral de nuestro pueblo, la única capaz de enrumbar con su poder el infortunio que se cierne sobre Bolivia.

Por el contrario, con su actitud motivó el desconcierto y exacerbó el repudio de la ciudadanía, que una vez más castigó con su voto estas prácticas perversas conducidas por líderes de la clase media que no se cansan de defraudar las esperanzas de los bolivianos. Menos mal que este contubernio de poderes que pareciera ser invencible, ha demostrado ser muy efímero en la historia de nuestra patria, especialmente cuando los pueblos reaccionan y se hacen dueños de su destino.

En fin, el daño ya está inferido y no nos extrañe que el rey de la comida rápida ya esté preparando su campaña para las próximas elecciones, como prefecto de Sucre o alcalde de Viacha, a fin de colaborar en el copamiento total de dichas instituciones por parte del gobierno. Mientras tanto, a nosotros sólo nos queda el llanto de las hamburguesas.

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