“Cada año mueren 14 mil niños en Bolivia antes de cumplir un año por causas prevenibles. Es una cifra escandalosa y, sin embargo, no se habla de eso”. Semejante reclamo se estrella como un sopapo en el rostro de todos los bolivianos pero, sobre todo, en el de los “actores políticos” que se han hecho cargo de la conducción de los destinos de esta desafortunada nación a lo largo de su vida republicana, y proviene nada menos que de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Yoriko Yasukama, representante del organismo internacional en Bolivia, no pudo ser más clara y dura al pedir a los políticos bolivianos que las enormes brechas sociales, como la pobreza, la educación o la mortalidad infantil, sean temas centrales del debate electoral para las elecciones presidenciales de diciembre.
Si lo solicita es porque sabe que asuntos de tanta trascendencia por lo general pasan a un segundo plano y el debate se concentra en los enconos políticos que, cada vez con mayor incidencia, dividen a los bolivianos. No libra de responsabilidad al ciudadano común y corriente y le insta a exigir propuestas concretas sobre el particular a los candidatos que opten a la Presidencia.
Las cifras proporcionadas por Yasukama contrastan con el entusiasmo del oficialismo, que cree que con 8 mil millones de dólares en reserva monetarias ha solucionado todos los problemas del país. La ONU admite algunas “iniciativas positivas” de parte del régimen masista, pero a su juicio, las brechas sociales siguen siendo “inaceptables” y suponen “grandes riesgos” para la convivencia y unidad en Bolivia.
Mientras uno de cada cuatro escolares no termina la primaria o el número de pobres se incrementa —137 mil sólo en 2007— en Bolivia, ¿es necesario lanzar al espacio un satélite de 300 millones de dólares o comprar un avión presidencial y armamento ruso por más de 100 millones? Los datos de la ONU dan una respuesta obvia.
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