Michelle aprecia mucho a Evo, sobre todo por el regalo del Silala. En la foto ambos presidentes en un encuentro en el marco de la XXXII Cumbre del Mercosur en asunción, Paraguay, el mes de julio pasado.*
“Hay amores que matan”. Esto no lo dice solo algún descorazonado de esos que nunca faltan sino que también comparten este criterio algunos políticos ygobernantes muy corridos que han tenido que tragarse toda la hiel que ocasiona el cotidiano ejercicio de esta ingrata e incomprendida actividad.
Evo Morales, no sabemos si en tono de queja o, por el contrario, de alegría, dijo, en uno de sus tantos discursos de los cuales solo “destacan” sus metidas de pata, que lo querían más en el exterior que en Bolivia.
Una muestra de ese “cariño fue expresada por el canciller chileno Mario Fernández cuando recibió las disculpas de Evo por las declaraciones que hizo sobre el proceso electoral en el vecino país y sus consecuencias “si gana la derecha”.
El diplomático portaliano, literalmente, se despanzaba de risa acompañado por los periodistas de su país, cuando anunciaba muy comedido que se había decidido “dar vuelta la página” sobre este tema. No dijo exactamente cual era el motivo de la risa pero podemos deducirla muy fácilmente.
Resulta que de manera cada vez más evidente, en el exterior y principalmente en los países vecinos se ve a Evo con una especie de conmiseración, con la actitud con que se ve al adolescente revoltoso ydescarriado cuyas trapisondas deben ser perdonadas porque no saben lo que hacen o, en este caso, lo que dicen.
Los impulsos mesiánicos de Evo, autoproclamado libertador de los pueblos indígenas, fueron vistos en principio como una legítima expresión de los deseos emancipadores de sectores secularmente oprimidosy esto generó amplías expresiones de solidaridad y simpatía hacia “el indio” como gusta él mismo llamarse.
Pero al parecer a Evo lo toman en serio cada vez menos y sus expresiones ya no son, como debiera ser, motivo de análisis sino de risa y burla. No se trata de sentir vergüenzas ajenas sino en este caso muy propias, porque nos guste o no, involucran al presidente de todos los bolivianos.
Evo es visto, lamentablemente, como un producto muy boliviano, como la expresión de un país que se debate entre el ser y no ser, o como ser, pero que no encuentra los caminos más adecuados para llegar a su destino.
“Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carrol contiene algunos párrafos muy ilustrativos al respecto. En ellos Alicia pregunta al siempre difuso Gato de Cheshire que camino debe tomar. El gato le responde que a donde quiere ir; ella le responde que no sabe. El gato le responde que cuando no se sabe a donde se quiere ir, cualquier camino es bueno.
Maquiavelo estableció tres categorías de gobernantes. El que entiende las cosas rápida y directamente; aquel que las entiende cuando le son explicadas por otros y aquel que simplemente no las entiende así se las expliquen.
Si el florentino hubiera conocido a Evo seguramente hubiera tenido que incluir otra categoría. La de aquel que en un proceso de autodivinización no se hace explicar nada porque asume que lo sabe todo y de ahí sus frecuentes exabruptos que hacen quedar al país como al perro.
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