Deslealtades… ¿o ingenuidades?
Están de moda las acusaciones. Y unos les recuerdan a los otros los favores que les deben y el modo ingrato de su trato actual. Surgen los recuerdos de los tiempos en que eran amiguitos… ¡qué tiempos aquellos! Es que en muchos casos se trataba de compartir el poder: ahora lo disputan. En un tiempo era bueno estar en la modernidad de los procesos de capitalización que ahora son malditos en boca de muchos de los que participaron y firmaron ese proceso. Ahora es mejor disputar las banderas del “socialismo comunitario”. Y no es que se trate de un problema de hoy, referido a personas protagonistas de la coyuntura electoral: es parte de la cotidianidad de nuestra historia. Exigir lealtades es el peor desconocimiento del alma nacional: es una ingenuidad.Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
Porque si es cierto que lo que está en juego es el poder, la primera definición es la ausencia de límites. Y muchos de aquellos que creyeron -incluyo a algunos que fueron Presidentes- que con actitudes complacientes, negociadoras y, en algún caso, cómplices, iban a mitigar la actitud totalitaria, se equivocaron de medio a medio. La conquista del poder -la del poder total, que es nuestro caso-, no conoce ningún límite. Todos los que no participan del proyecto son enemigos y hay que tratarlos como a tales.
No es una casualidad, ni mucho menos, que se vaya elaborando la batería de leyes que van a servir de marco, no a la construcción de un nuevo Estado -tarea históricamente fallida en Bolivia-, sino al castigo de esos enemigos. ¿Por qué Orlando Zapata, en Cuba, resulta un delincuente común y no un simple disidente? Porque ahí están las leyes elaboradas específicamente -desacato, peligro de disolución social, definiciones de colaboración con el imperio-, precisamente para que no exista definición de disidente sino, simple y sencillamente, la de delincuente.
La lucha por la conquista y por la consolidación del poder destierra, en primer lugar, la palabra lealtad. Y lo que define a los amigos no es la manifestación de la verdad o la sinceridad en la crítica, sino la sumisión ciega al que manda. El que piense que esto es una novedad es un ignorante o un ingenuo. ¿No recuerdan la famosa afirmación del general Bánzer?: “Prefiero un gramo de lealtad a una tonelada de inteligencia”… ¿Por qué creen que estaba rodeado de obsecuentes acusando a los otros -también obsecuentes- de deslealtad?
Y es que esa acusación, la de deslealtad, es la más eficaz frente al poderoso. No hay ninguna duda: mientras más se afirme en el poder Evo Morales, más gente se va le va a acercar y más méritos van a hacer para mostrarse como sus más leales amigos. No es raro que ya veamos a tantos formando en la cola de las lealtades aunque en el camino tengan que dejar discursos antiguos, grandilocuentes frases opositoras, afirmaciones de lucha a muerte, juramentos de resistencia hasta las últimas consecuencias, amigos de confianza de años, etc., etc. Son los mismos, exactamente los mismos que cuando cae uno, tienen listo su paso al siguiente poderoso. No hay anécdota que refleje mejor la actitud nacional en la caricatura histórica que aquella multitud en la plaza Murillo gritando “¡Viva Belzu!”, hasta la aparición, en el mismo balcón, instantes después de matarlo, de Mariano Melgarejo con su anuncio: “Belzu ha muerto… ¿Quién vive ahora?” La caricatura nacional no es la actitud de Melgarejo: es la de la multitud respondiendo a gritos al nuevo tirano, ¡Viva Melgarejo!
Nada mas.
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