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jueves, 11 de marzo de 2010

para muchos sigue siendo "El periodismo un oficio peligroso" las estadísticas lo confirman. La Nación de BA

La seguridad de los periodistas en el mundo se ve cada vez más amenazada por quienes desean callar la verdad con balas, como si fuera posible matar lo evidente en el cuerpo de quienes se atreven a denunciar corrupción, narcotráfico o abusos de poder. El ejercicio de la tarea de informar se vuelve una actividad muy peligrosa y no sólo para la libertad de expresión, sino más bien para quienes ponen en riesgo su propia vida mientras intentan contar lo que ven.

En efecto, 2009 se recordará como el peor año para la práctica del periodismo, según el informe presentado por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), que señaló que, con una cifra récord, 71 periodistas fueron asesinados, 136 se encuentran privados de libertad, encarcelados, y una periodista se encuentra desaparecida.

Los países más arriesgados para el ejercicio del periodismo fueron Filipinas, donde 33 periodistas murieron, 31 de ellos durante un enfrentamiento entre clanes rivales en el sur del archipiélago; Somalia, donde perecieron nueve periodistas; Irak y Paquistán, con cuatro muertos en cada territorio; Rusia, con tres; México, con dos muertos y una desaparecida, y Afganistán y Sri Lanka, con dos en cada uno. Además de estos 71 casos confirmados de periodistas muertos en cumplimiento de su trabajo, hubo otros 25 que fueron asesinados por motivos no aclarados, si bien todo hace presumir que su suerte estuvo signada por su profesión. La dificultad para confirmar esa presunción es que en la mayoría de los países en los que ocurrieron las muertes este tipo de crímenes goza de impunidad y los casos no son resueltos.

En la Argentina, donde el cruel asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas sigue siendo una advertencia sobre los extremos a los que pueden llegar aquellos que quieren silenciar a los periodistas, 15 diputados opositores denunciaron amenazas del Gobierno y se comprometieron a defender la libertad de prensa. En la presentación del informe Libertad de Expresión en la Argentina, Año 2009 , la diputada radical Silvana Giúdice denunció "un plan para restringir la libertad de expresión, neutralizar el disenso y cambiar la matriz de los medios".

Por cierto, cada discurso presidencial entraña desde hace unos años exageradas amonestaciones a los periodistas y los medios, como si inventaran la realidad que, según Cristina Kirchner, no pertenece al "país real", compartido con su círculo íntimo, sino al "país virtual", curiosamente habitado por la mayoría de los argentinos.

En el mundo, 136 periodistas se encuentran tras las rejas. La mayoría de esos casos está concentrada en cinco países: China, con 24 periodistas presos; Irán, 23; Cuba, 22; Eritrea, 19, y Myanmar (ex Birmania), nueve. La mitad de los periodistas en cárceles son reporteros que trabajan en Internet de manera independiente y sin el respaldo de empresas mediáticas. Así, por ejemplo, la actividad informativa de Cuba, al igual que en gran parte del planeta, se ha transformado hasta favorecer el surgimiento de una comunidad de bloggers que intenta evitar el control estatal mediante las posibilidades de las nuevas tecnologías, lo cual les permite también una repercusión internacional.

Nada puede justificar los ataques contra la libertad de prensa y la seguridad de los periodistas. Es esencial, entonces, que los Estados y la comunidad internacional se movilicen para que se la respete y para que los periodistas puedan ejercer su profesión libremente y en un entorno de seguridad: ése es el sentido de la resolución 1738 que adoptó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 23 de diciembre de 2006 por iniciativa de Francia y Grecia sobre la protección a los periodistas en los conflictos armados.

Los gobiernos y la sociedad en su conjunto no deben permanecer impasibles y en silencio ante hechos de esta magnitud, pues el descuido y la desatención a la virulencia de este tipo de crímenes son, por lo menos, una evidencia clara del menosprecio por la vida de los profesionales de la información.


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