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viernes, 13 de febrero de 2009

hacen bien los prefectos en no prestarse a otra más de EVO que quiere una foto para mostrársela a Putin en Moscú. quiere hacr ver que es capaz de todo

los editores del sitio EJ, han ofrecido la introducción de un teledramón, de esos que nos llegan de méxico o venezuela. la historia de un mequetrefe que llega a presidente de una república, así hubiera sido por algunas horas. que tuvo a su alcance todo el dinero del tesoro nacional, que engañó a propios y extraños manejando millones y cobrando coimas que compartía con el entorno palaciego donde gozó de gran muñeca. aquí el culebrón que supera al guién televisivo.

El caso de Santos Ramírez, la danza de millones en YPFB y el asesinato de Jorge O´Connor tienen todos los ingredientes que podrían servir de inspiración a uno de esos poco imaginativos guionistas que perpetran los culebrones venezolanos, colombianos o mexicanos que cotidianamente tenemos que aguantar en los canales nacionales.
Y si algo faltaba, fue el propio Santos Ramírez el que se encargó de verificar la sazón de este indigesto caldo. Pobrecito de él, muy compungido y al borde de las lágrimas se presenta en los canales de televisión para anunciar públicamente su divorcio de su bienamada Jiovana Navia. Con esto, sin duda el melodrama estaba completo y la trama podría ser, más o menos así:

Santos es uno de esos buenos muchachos que creen en la revolución y saludan por tanto con el puño izquierdo en alto. Sin embargo, como tonto no es, se percata de que eso de la revolución es puro cuento y que en este valle de lágrimas lo que se debe hacer es mentir pero nunca creerse las propias mentiras.
De este modo comienza a frecuentar a un grupo de individuos que se hacen llamar “masistas” que tiene como centro de su actividad al Chapare y son conducidos por un individuo de coqueto peinado, respingada nariz y exótica pronunciación que enloquece a las cholitas del trópico cochabambino.
A pesar de las reconvenciones que le hizo su santa madrecita sobre la inconveniencia de tener tales amistades, Santos, testarudo como el que más insiste en seguir este camino errado que finalmente lo conduciría a la ruina. Es así que este grupo, que entre sus más reprochables inclinaciones se encontraba la política, llega a instalarse en una vieja casona de la plaza Murillo y es ahí cuando Santos se desatina.
Es frecuente verlo en lugares de mal vivir acompañado de muchachas de honor abollado y llega al punto de abandonar a aquella con la que compartía estrecheces y carencias en sus años mozos.
No pasa mucho tiempo y conoce a quien creyó sería su compañera hasta el final de sus días y con la que finalmente alcanzaría la utopía indígena-socialista. Sin embargo, Santos, con el corazón desgarrado comprobaría que la mujer a la que había entregado su corazón y varios miles de dólares estaba manejada por unos malvados familiares que resultaron unos pilluelos de marca mayor.
Por culpa de estos descubren unos honrados negocios que estaba haciendo para asegurarse una vejez tranquila y, lo que es peor, lo denigran e insultan llegando a extremos intolerables para quien tuvo por único pecado velar por el bienestar económico de sus familiares venidos a menos.
Profundamente condolido de la ingratitud e incomprensión humana asume la valiente decisión de romper todo tipo de relaciones con la causante de todos sus pesares y proclama a los cuatro vientos que él no fue, que lo engañaron, que lo sorprendieron en su buena fe y pide la pena máxima para su cónyuge y sus venales parientes.
Para él, pide una vigésima oportunidad, que le hagan un borrón y cuenta nueva y que todos se olviden de inocentes contratitos con la alcaldía de Tinguipaya, de la venta de avales para pegas, venta de visas chinas y de una cartita que se le ocurrió dar a un narco y, por supuesto, de los transparentes acuerdos con empresas fantasmas que negoció como jerarca de la nacionalizada YPFB.
El promete por su parte que esto no se volverá a repetir (o mejor dicho, que no se volverá hacer pescar) y así se podría dar la pauta para una nueva serie en la que Santos y sus entrañables “masistas” vuelven a hacer de las suyas en una “Bolivia refundada”.
Como se ve, ningún guionista podrá quejarse de que le falta material para hacer sus lacrimógenas telenovelas. Lo único que tiene que hacer es observar por el entorno de Evo.

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