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lunes, 9 de febrero de 2009
no hay cambio. con la NCPE sigue gobernando un reducido grupo burócrata que de originario no tiene nada, asegura LT en nota editorial puntual.
Pocas horas después de haberse promulgado la nueva Constitución Política del Estado, y en medio de las enormes expectativas que el acontecimiento despertó, el gobierno ha dado ya sus primeros dos pasos en la nueva etapa del proceso que encabeza. Ha posesionado al primer gabinete del Nuevo Estado Plurinacional y, a través de la Superintendencia del Servicio Civil, ha emitido un instructivo para que todas las fachadas de las instituciones del sector público sean pintadas con frases en aymara, quechua u otro “idioma originario”. En lo que al nuevo “gabinete plurinacional” se refiere, resulta evidente que los tan anunciados y esperados cambios no se produjeron. El núcleo duro se mantuvo intacto, las demandas de los “sectores sociales” que exigían “por lo menos 50% de indígenas” no fueron satisfechas. A pesar de muy leves retoques cosméticos, lo cierto es que sigue tan claro como antes quiénes mandan en Bolivia y quiénes sólo son útiles para ponerle una máscara de indigenismo a un gobierno de muy pocos burócratas. Aparentemente con la intención de disimular a través de aspectos formales las incongruencias que en la práctica se producen entre los discursos y la realidad, no parece casual la orden impartida para decorar fachadas. Así, por lo menos por ahora, la “revolución cultural” consistirá en que en el frontis de todos los edificios estatales se pinten letreros “plurinacionales”. Además de ello, la wiphala deberá ser izada al lado de la tricolor nacional y por lo menos un funcionario tendrá que atender al público en un idioma nativo. La disposición es extensiva a entidades no sólo de la administración central, sino a las empresas descentralizadas como Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), Corporación Minera de Bolivia (Comibol) y Banco Central de Bolivia (BCB). Estamos pues ante dos medidas gubernamentales que ponen en evidencia de la manera más nítida posible una de las más hondas incongruencias del proyecto de país que ha ingresado en su fase de ejecución. Se trata de una enorme brecha que separa el fácil ámbito de las ilusiones y los deseos, y su incompatibilidad con la realidad. Las preguntas que con razón se hacen los “movimientos sociales” al ver tal inconsistencia es obvia: ¿no tendría que ser el Poder Ejecutivo el que dé con sus actos el ejemplo de lo que pregona? ¿Por qué los indígenas siguen siendo, con nueva Constitución y todo, simples elementos decorativos en medio de una élite burocrática tradicional? Un día de vigencia del nuevo Estado ha sido suficiente para que las primeras incongruencias afloren. Las pinturas que se harán en el frontis de las oficinas públicas son todo un símbolo de lo importantes que son las fachadas cuando de disimular lo que tras ellas se esconde se trata.
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