Es muy posible que en la cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), prevista para hoy y mañana en Salvador de Bahía, Brasil, la disputa por el liderazgo de América del Sur, entablada disimuladamente entre el anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva, y su par venezolano, Hugo Chávez, se dirima con un resultado previsible: la dificultad de los líderes regionales para acordar una política común y ponerla en práctica. La cumbre de los 12, como se llama el bloque, coincidirá con otra del Mercosur, más pequeño y, sin embargo, también incapaz de aunar posiciones entre sus miembros.
La Unasur nació con el nombre de Comunidad Sudamericana en una cumbre de mandatarios realizada el 8 de diciembre de 2004 en Cuzco, Perú. A ella no asistió el entonces presidente argentino, Néstor Kirchner, renuente a participar de foros internacionales durante su gestión. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, no reparó en ese detalle cuando, en compañía de Cristina Kirchner, lanzó la candidatura de Néstor Kirchner para ser secretario general del bloque.
Desde Montevideo, Tabaré Vázquez se apresuró a vetar esa postulación por haber advertido que, durante su gobierno, Kirchner no hizo nada para evitar los cortes de los puentes que unen la Argentina con Uruguay. El gobierno argentino, por medio de la Cancillería, consideró la actitud del presidente uruguayo "un agravio". Nada más alejado de la realidad: Kirchner, en efecto, no hizo nada por evitar los cortes. Hasta los alentó.
Le toca a la Unasur, cuya presidencia pro tempore ejerce la mandataria de Chile, Michelle Bachelet, resolver este desaguisado. En principio, el secretario general debe ser designado por el Consejo de Jefes de Estado tras ser propuesto por el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores. Ejerce el cargo por dos años, renovable una sola vez, y atiende en Quito, Ecuador. Kirchner, al parecer, está dispuesto a mudarse. Para ello, el gobierno argentino deberá argumentar que el secretario general no necesita ser elegido por unanimidad. El gobierno chileno acompañaría esa moción, pero Vázquez no sería el único en rechazar la candidatura del ex presidente argentino. Lo mismo harían Alvaro Uribe y Alan García.
En esas circunstancias, de ser elegido, Kirchner ganaría por capricho, más que por mayoría de votos. ¿Qué sucedería si Uruguay y otros países desertan de la Unasur? No parece ser lo mejor que pueda pasarle a un bloque de creación reciente y futuro incierto.
Si la región no pudo apuntalar bloques de menor calado, como el Mercosur y el Pacto Andino, ¿cómo hará para aunar criterios entre 12 gobiernos y en qué medida el secretario general propuesto, famoso por su facilidad para enemistarse con diversos sectores de la vida nacional, será capaz de calmar los ánimos en caso de discrepancias o de terciar en crisis con su precario historial de buenas relaciones con el mundo?
Quizá por no haber sido suficientemente clara en sus objetivos, la Unasur no ha sido asimilada con gran entusiasmo en algunos países. En la Cámara de Diputados de Chile, por ejemplo, el proyecto aprobatorio del tratado constitutivo debió ser postergado por la sospecha de un grupo de legisladores sobre la intención de Chávez de manejar el bloque a su antojo.
Convocada por legisladores opositores, Bachelet debió responder sobre esa cuestión y, también, sobre la cumbre realizada en septiembre último, bajo los auspicios de la Unasur, para tratar la grave situación de Bolivia. Después de seis horas de deliberaciones, a las cuales no asistió García por su mala relación con Evo Morales, los presidentes emitieron una declaración de apoyo a la democracia boliviana y a su gobierno. Bienvenida e incuestionable, por cierto, pero ¿era necesario tanto despliegue para insistir en el llamado al diálogo entre las partes? Pudieron haberlo hecho desde sus capitales.
A grandes rasgos, la Unasur, impulsada por Brasil, se propone integrar la economía, el comercio, la diplomacia, el sistema financiero y la infraestructura de América del Sur. Se trata, en estas condiciones, de una misión imposible, sobre todo por las agudas diferencias entre varios mandatarios. Los planes de integración no se tradujeron hasta ahora en políticas comunes, sino en proyectos de obras.
Así como el Mercosur quiso ser un espejo de la Unión Europea y fracasó, los 12 también pretenden incorporar ese modelo hasta establecer una moneda única en el subcontinente. ¿Cómo harán si dos países en apariencia tan cercanos como la Argentina y Brasil, socios mayores del Mercosur, no se ponen de acuerdo ni en sus posiciones en la Ronda de Doha y la Organización Mundial de Comercio (OMC). Es apenas una muestra de la dificultad de la región para integrarse.
En uno de los momentos de mayor tensión entre los mandatarios, Kirchner, a su vez, no parece ser la mejor elección para conducir un bloque que, al menos en esta etapa, requiere una voz conciliadora que lime asperezas y acerque posiciones en lugar de crispar aún más los ánimos y crear desavenencias, como sucedió durante su gobierno y continúa sucediendo en la actualidad.
Es posible que en la cumbre de la Unasur y en la paralela del Mercosur, además de la disputa entre Lula y Chávez, surjan reproches de otros presidentes contra el anfitrión. Serían los casos de Ecuador, Bolivia y Paraguay, descontentos con la política brasileña. Lula pretende apurar la formación del Consejo Sudamericano de Defensa. ¿Tendrá quórum? Más allá de los bloques nuevos y viejos, los gobiernos de la región tienen una mala costumbre: declamar la integración y obrar en solitario. (La Nación de Baires. El más importante diario del continente)
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