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jueves, 24 de septiembre de 2009

Dante Pino reaparece después de algunas semanas en que fue perseguido por el Gobierno más que por el Poder Judicial. Su tono es conmovedor


No es que las cosas sean como deben ser. Ni siquiera pensamos en que eso no está bien. Nos conformamos en que todo no sea peor de lo que ya es. Vano consuelo en medio de la desesperación, mala consejera. Al menos podríamos pedir que las cosas se queden como están. Para no empeorar todo lo hecho.

Pero el destino con Bolivia es implacable. Es duro y hasta cruel diría el pensador. Teniendo todo no tiene nada. Y teniendo nada lo quiere todo. Y lo quiere ahora, no puede esperar a mañana. A pesar de tanta espera. Porque el pueblo espera, hace más de un siglo, casi dos. Espera lo mismo de siempre: pan, techo y trabajo. Y de tanto esperar no quiere esperar.

En cada ciclo le han dicho que ahora tendría el premio a su paciencia, a su espera. Y cada vez le han dejado como siempre, con las manos vacías, con la mirada ausente. No es que vivamos lo nuevo, el mensaje de renovación, el discurso de esperanza, los gritos de guerra, las consignas abiertas, las banderas levantadas. Es que morimos con todo eso, cada vez que creemos en lo mismo.

Tanto para repartir y existen manos vacías. Tanto para dar y no tenemos nada. Por eso crece la mala hierba en nuestra propia casa. Y tenemos que extirparla, tenemos que arrancarla y quemarla.

La tragedia es que la esperanza de unos es el miedo de otros. Y la verdad es que todos tienen miedo a perder. Porque en el fondo nadie gana, nunca ganamos, siempre perdemos. ¿Me amas justo? Si me amaras me darías lo que quiero y me ofrecerías más. Pero te soy indiferente. No me miras, ni me amas, solo me usas. Eso me duele. Duele en el alma, carcomida de promesas y vacía de realidades.

Y aún así te doy mi voto, te doy mi libertad con él, te doy mi destino envuelto en chala húmeda y te espero cansado de esperar.

No soy tu juez, solo tu conciencia. Soy la palabra. ¿Y tú que eres? El candidato de mi esperanza, la promesa irrespetada, la ambición desmedida, la palabra apalabrada. Tú eres el que ofrece, yo soy el que da. Y esa es la diferencia entre ambos. Solo sabes pedir, pero nunca supiste dar.

No podemos seguir así. Corrompiéndonos. Porque al pedirme y al darte me convierto en tu parte y te conviertes en la mía. No podemos seguir esperando mientras planificas el próximo engaño. No puedo tampoco engañarte esta vez, porque estamos cansados. Así que vamos a romper los lazos que nos unieron y vamos a dejar que el agua de la nueva vida corra por todo nuestro ser.

Vamos a sentir la libertad de sentir. Vamos a sufrir. Porque lo nuevo se sufre antes de gozarlo. Porque la sangre purifica y la pureza te cambia, te aspira. Serás lo que nunca fuiste y nosotros seremos lo que siempre quisimos ser.

No caben equivocaciones, ni temores, no caben silencios ni pasiones. Vamos a romper con toda la historia que nos ha convertido en lo que somos y vamos a escribir otra. Que nos cambie la vida y nos aparte la espera.

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