La libertad de expresión es uno de los pilares de la democracia y uno de los mejores indicadores del nivel de ejercicio de la ciudadanía en los países del mundo, en el que Bolivia no es la excepción.
Durante gran parte de la historia, la libertad de expresión ha marcado la diferencia entre quienes tenían poder y quienes estaban sometidos al mismo. Con la democratización de las sociedades y la emergencia de la clase media, este derecho se ha consolidado.
Sin embargo, pese a que cada vez más naciones se suman al sistema democrático y, por lo tanto, al respeto a la libertad de expresión, las organizaciones internacionales siguen identificando importantes reductos de totalitarismo de Estado y en otros casos un retroceso en el ejercicio ciudadano.
El caso de China es singular y al mismo tiempo paradójico. Mientras que la apertura económica ha marcado su presencia a nivel internacional, las restricciones en cuanto a la libertad de expresión siguen marcando el dominio ideológico sobre la sociedad civil del gigante asiático.
En los países de Oriente Medio con gobiernos islamistas, la libertad de expresión también enfrenta fuertes limitaciones; en especial, si se cuestionan las creencias religiosas más arraigadas. En nuestro continente se tienen dos ejemplos contrapuestos.
Por un lado, la Cuba de Fidel Castro, cuyo gobierno insiste en mantener la cohesión social en torno a un desgastado proyecto socialista, o la Venezuela de Hugo Chávez que cada vez ejerce más presión y control sobre la libertad de expresión.
Por otro lado, desde los atentados terroristas del 11 de septiembre y el inicio de la guerra contra el terrorismo, la libertad de expresión junto a otros derechos básicos ha sido limitada en los Estados Unidos. Pese a las protestas de activistas de los derechos humanos, la pasada administración del presidente Bush ha justificado con el estado de guerra, las restricciones e, incluso, la violación de algunas prerrogativas constitucionales tanto en su territorio como en otras latitudes.
En cuanto a Bolivia, es oportuno señalar que la vigencia plena de la libertad de expresión ha sido una de las más importantes conquistas del último período democrático. Esa libertad, sin embargo, está comenzando a encontrar obstáculos y restricciones con una frecuencia cada vez mayor en los últimos meses.
La libertad de expresión ha sido, en los momentos más críticos de la historia reciente de Bolivia, el instrumento y la garantía para que el país no caiga al abismo; sino, más al contrario, para que encuentre salidas pacíficas y democráticas a sus diferencias internas.
La sociedad en su conjunto parece haber comprendido que la libertad de expresión es un medio elemental para la convivencia ciudadana, por lo cual, su resguardo es imprescindible para el actual debate sobre los destinos del país.
Quienes, empero, parecen pasar por alto el valor que tiene esa libertad son los organismos de seguridad del Estado quienes, en lugar de precautelar los derechos de la sociedad, ahora se dedican a infringirlos seguramente alentados por la impunidad de las recientes agresiones a medios de comunicación social.
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