Mientras Tuto Querella sigue por la ruta quejumbrosa de la denuncia política y de señalar los actos ilegales y arbitrarios del gobierno, Jaime Paz con el conocimiento y experiencia que dan los años y el ejercicio de la política, ha planteado una certera línea de acción ante el avasallamiento que prepara Evo Morales y sus muchachos para imponer un inexistente pacto social.
He aquí dos maneras de ver y hacer política: por una parte la forma querellante contra el que se considera el “mal”, que se refleja en la declaración de Tuto de “poder convivir con la nueva constitución pero no con el gobierno” nos muestra a un dirigente político que insiste en que lo actuado estuvo bien. Facilitó la aprobación de esta constitución. Y lo hizo para no aprobar la que se redactó en Oruro. Francamente creo que debió aprobarse esa constitución. Quizás de esa manera la grieta del desacuerdo hubiera sido mayor.
Pero el maquillaje de última hora que le puso PODEMOS logró disimular las heridas abiertas en La Calancha y en Oruro, hasta pudo con la redacción oficiosa hecha en la Lotería Nacional. Y con este rostro reacondicionado el MAS logró presentarla en sociedad como el fruto consensuado que borró la sangre derramada con la pluma vendida atrás de la mesa oficial donde se negociaba.
Tuto prefiere esto a lo otro. Pero lo que él prefiere, así se las de profeta incomprendido, no es lo que quería la ciudadanía que votó por el NO. Sus actos dejaron a dos departamentos en las garras del MAS. Es una obligación preguntarse: ¿cuál hubiera sido el resultado en Cochabamba y La Paz de no mediar la derrota política facilitada por Tuto en el referéndum ratificatorio de mandato? Se ha visto, al menos en Cochabamba, que la ausencia de Manfred Reyes Villa pesa a la hora de orientar el voto ciudadano. Lo penoso de este líder es su ausencia sin explicaciones.
La otra cara política que piensa y propone, no pierde el tiempo en quejas y lamentos. Analiza la situación y sabe que no hay manera de dialogar con un gobierno que ha dado todas las muestras de intolerancia, incapacidad para gobernar y para consensuar. Ante esta realidad decide pedirle al Prefecto Cossío la conformación de un gobierno de unidad departamental que resista los embates que se anuncian.
La posición de Jaime Paz parte de la lectura objetiva que coloca la riqueza natural más importante que tiene Bolivia, el gas, como eje central desde el cual se debe defender los intereses nacionales. Lo aprobado como constitución deja a manos de la anarquía el uso y beneficio de los recursos naturales. Suficiente para evitar su implementación. Necesario que Tarija se convierta en la muralla inexpugnable de defensa de este recurso.
Y a partir de esta ineludible obligación patriótica, da la línea para la conformación de un gobierno de unidad departamental. Respuesta de un alto contenido político, que el Prefecto Cossío no puede dejar de atender, mucho más cuando el gobierno se apresura a iniciarle juicios, alentados por politiqueros como Wilmar Cardozo. Sólo sobre la base de la unidad se puede construir la trinchera de la defensa.
Esta manera de hacer política es la que necesita la oposición. Y por eso va de la mano con la expresada por Branco Marinkovic, para que de la defensa autonómica departamental se deba pasar a la delineación de una Confederación de Estados que resuelvan el impase del Pacto Social malogrado el 25 de enero pasado.
Al haber fracasado el Pacto Social quedan los departamentos que constituyeron Bolivia el año 1825 en libertad para optar por otra forma de gobierno. Y no hay otra manera de preservar la unidad nacional que optar por la conformación de dos Estados federales, pero con la autonomía para decidir sus caminos de desarrollo y progreso.
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