Si algún ejemplo de lo que es el centralismo, hemos visto ahora, es este festejo del 16 de julio del 2009, celebrando los 200 años de la rebelión encabezada por Pedro Domingo Murillo. Fastuosidad, gasto en todo tipo de actos, obras inauguradas, presidentes extranjeros invitados, nada pudo faltar para celebrar el bicentenario.
Celebro junto con todos los paceños estas fiestas julianas y al compartir su júbilo bien merecido, me pregunto ¿por qué no sucede lo mismo con el resto de los Departamentos que celebran sus hitos históricos?
Veamos lo que hace poco pasó en Chuquisaca. No hubo sino ausencia del gobierno, boicot a sus actos e invitaciones, retaceo para inaugurar obras y toda una conducta distinta a la que se tuvo con La Paz.
¿Puede un gobierno considerarse, gobierno de todos, actuando de esta forma?
¿Tuvo el Congreso la deferencia con Chuquisaca que tuvo con La Paz? No. Pero ambos hitos históricos merecían lo mismo.
Si esto es lo que debemos entender por Estado Plurinacional es mejor comenzar a comprender mejor, que se inicia un proceso de discriminación e intolerancia política con aquellos pueblos que no comparten en democracia la manera de pensar del Presidente cocalero.
No solo eso, sino que, como dijo el señor García Linera en uso de su investidura vicepresidencial, La Paz, es el núcleo político social y económico del Estado Plurinacional, colocándolo de esta manera, por encima del resto de los Departamentos. Núcleo desde el cual debe dictarse la vida y costumbres del resto republicano, núcleo desde el cual se quiere proyectar la imagen de “todo el Estado Plurinacional”.
Desde la Presidencia se niegan los hechos históricos acaecidos en 1809 y se pretende colocar por encima de ellos a otros sucesos que tuvieron otras motivaciones y efectos en el transcurso de la vida colonial. Se desconoce la historia y se la suplanta. Ante la vista y sonrojo de las Fuerzas Armadas de la Nación que debería tener el pundonor de exigir que la historia nacional no sea manoseada, al calor de una visión indigenista sin sentido.
Así como los pueblos que ignoran su historia repiten sus errores, los gobiernos que la suplantan reniegan de su pasado y por eso mismo de su razón de ser.
La Paz merece ser algo más que el núcleo del centralismo. Dejar de vivir de la burocracia que es todo lo que tiene, poseyendo un territorio rico y extenso en recursos naturales renovables y no renovables. Merece más de un gobierno que se empeña en hacerla ver como el lugar donde la justicia se ha convertido en un instrumento sucio de un grupo de oportunistas palaciegos y donde la miseria se esconde detrás del folklore y de ritos paganos que los hacen sumisos al poder político.
Los paceños son una fuerza muy grande. Y esta fuerza tiene que ser parte integrante de toda Bolivia. La Paz es parte de la cultura boliviana. Saludamos al pueblo paceño y repudiamos el uso instrumental que hace, de ese pueblo, el gobierno del oscurantismo.
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