Perennidad de la Iglesia eventualidad del MAS
Mauricio Aira
Sería imperdonable pasar de largo las declaraciones de Evo Morales anunciando “la desaparición de la Iglesia último símbolo del colonialismo español “ profusamente difundidas en el mundo y felizmente de muy escasa socialización en Bolivia. “…las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia” promesa grave y comprometedora que encontramos en Mateo 16.18 que pone a prueba la divinidad de N.S.J., porque ¿Quién otro se atrevería a jurar que su obra durará para siempre jamás?
Humana la Iglesia a la par que divina sale de las reglas naturales, porque su Reino subsiste a todas las sociedades que están destinadas a desaparecer, es un prodigio porque a pesar de los incesantes asaltos de los poderes infernales ha durado siempre y siempre ha sido combatida. Mil veces ha estado a punto de ser destruida y otras tantas ha sido levantada por las extraordinarias manifestaciones de su poder Divino.
Impresiona a veces comprobar su “demasiada humanidad” en algunos aspectos, o el temor por un futuro destino en medio del paganismo y la idolatría actual, cuando resulta tan evidente el contenido de su promesa “estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”, aunque no podría cogernos de sorpresa la persecución que ha empezado. Los ataques permanentes al Cardenal Terrazas pastor visible de la Iglesia en Bolivia, el intento de linchamiento a Tito Solari el arzobispo de Cochabamba, los vejámenes al obispo de El Alto Jesús López que todos ellos han respondido con humildad, con entereza admirables. Vendrá la persecución declarada y habrá defensa ante la malicia de alguna gente del MAS el partido gobernante y la manifiesta intención de alejar a los pastores de su notoria influencia ante las masas populares y ante signos indestructibles como la devoción a Urkupiña, al Gran Poder, a Cotoca o a la Mamita de Copacabana.
Sabido es que la malicia de algunos dirigentes, los poderes del mal que predican el odio, la violencia la astucia criolla, las maniobras y hasta las traiciones criminales, van a provocar horas de angustia y de dolor en las familias cristianas aunque la Iglesia Militante no podrá ser destruida. En veinte siglos la respuesta ha sido la misma. Se levantan templos a Dios, hospitales para los enfermos, trabajo y bienestar para los obreros y sus familias a pesar de las tentaciones “del dinero” que buscan comprar las conciencias, someter a la obediencia, hacer callar las denuncias de injusticia y de ocasión de pecado como es la “proliferación de la cocaína y del alcohol y de la prostitución y del crimen” por los malos gobernantes que no cumplen sus deberes.
“Por mi causa habrá persecución, y azotes y muertes, y confiscaciones y exilio y prisión injusta, trabajos forzados”. Campañas para descristianizar al pueblo, haciendo desaparecer los signos de la Fe. La tentación del “falso orgullo” lanzará padres contra hijos, destruirá las familias, creará apóstatas y traidores al Evangelio, todo lo imaginable para conseguir la ruina de la Iglesia como lo intentaron los judíos, los romanos, los herejes, a lo largo de una historia que no termina de la que siempre surge con brillo y claridad la Iglesia convertida “en enemiga del Presidente Morales” y del conglomerado que le dicta su discurso y da paso a sus desmedidas ambiciones, bajo la apariencia de haber surgido nuevas filosofías de base seudo histórico científicas.
Cuando Voltaire aseguró en el siglo XVI que “los días de los cristianos están contados. Los cristianos teminaron y no contarán más para la historia” lejos estuvo de pensar que 20 años más tarde sería sepultado. Hoy casi ni se lo recuerda. La Iglesia está más viva que nunca y más presente y más actual.
Oportuno el mensaje del autor Georges Chevrot. “…su historia (la de la Santa Iglesia) es el milagro permanente, es el triunfo de Cristo sobre todos los poderes del mal. Cada cristiano deberá ofrecer su esfuerzo personal para hacer de Nuestra Iglesia una Institución cada vez más Santa” consejeros e inspiradores de la denominada “política de cambio” harían bien en no intentar modificar artificialmente la historia del pueblo cristiano más enraízada en su Fe que en sus caudillos.
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