Hugo Chávez adula al presidente Morales, pero al mismo tiempo lo humilla frente a todos. El país pierde mucho con ese tipo de “dignidad”.
Hugo Chávez le dijo a Evo Morales que lo ve fuerte, hecho todo un líder, pero ni siquiera lo dejó ser anfitrión en su propia fiesta. Ocurrió el jueves, durante el Bicentenario de La Paz, donde fue el presidente venezolano el que tomó la batuta, impuso el tema de conversación, trajo algunos colados al baile y hasta dijo qué música debía tocarse. Entre los caballos y Chávez, hubiera sido mejor quedarse con el protagonismo de los cuadrúpedos.
Chávez se roba el show en todos lados, pero sólo Evo Morales para dejarse muchachear con él ylamentablemente no hay quién lo mande a callar. La sumisión del presidente, a cambio de un puñado de cheques, le está costando muy caro al país, mientras que Venezuela no deja que los discursos interfieran con los negocios.
Hace mucho que el Gobierno boliviano debió darse cuenta de que Chávez no da puntada sin hilo. Desde que PDVSA diseñó el famoso “Gasoducto del Sur”, que colocaba a Venezuela como centro de distribución de gas en Sudamérica y Bolivia…ni fu, ni fa. Ese proyecto se descartó por inviable, pero los venezolanos no han dejado de buscar cómo arrebatarle a Bolivia los mercados de Brasil y Argentina. Prueba de ello son las avanzadas conversaciones para comenzar a enviar barcos con LNG.
¿Ingenuidad? ¿Falta de experiencia? No se sabe, pero alguien debería decirle al presidente que no debe tomar las cosas tan a pecho, así como hace Chávez, que azuzó al Gobierno boliviano para que rompa relaciones con Estados Unidos y eche del país al embajador Goldberg, pero al primer guiño de Obama, Caracas restituye al embajador gringo y por acá, “sin la soga y sin la cabra”. ¿Por qué? Mientras que Venezuela jamás le ha fallado a su “archienemigo” con los envíos de petróleo, en Bolivia perdemos el ATPDEA que implica millones de dólares en exportaciones y miles de empleos.
Evo Morales parece dispuesto a dar mucho por el proyecto bolivariano pero hasta ahora sólo ha recibido palmaditas en la espalda y “espejitos”. Con Perú sucedió así. El Gobierno boliviano estuvo a un paso de romper relaciones con uno de los países más estrechamente ligados al país, hecho que hubiera sido una tragedia no sólo económica. El presidente hizo todo por darle una mano al comandante en su afán de desestabilizar la democracia en el continente. El objetivo no fue logrado y ahora Bolivia tiene que hacer grandes esfuerzos por recomponer los vínculos de amistad, ciertamente dañados.
El Presidente no debería creerse tanto de los adulos, ni siquiera de los que prodiga la maternal Michelle Bachelet, quien a cambio de ayudarle a hacer dibujo libre en el informe sobre los sucesos de Pando, obtiene un silencio sepulcral en la demanda marítima y de yapa, el regalito del Silala, borrón y cuenta nueva. Evo Morales no tiene más remedio que ir a buscar mar a Uruguay para disimular el tremendo papelón. Y mejor no hablemos del famoso “gas por mar”, porque ya no hay cómo.
Triste papel el que hace Bolivia, cobayo del Socialismo del Siglo XXI, el mejor alumno del chavismo y la misma cenicienta de siempre. El presidente Morales jura que le está devolviendo la dignidad a los bolivianos, pero lamentablemente, lo están mamando.
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