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martes, 16 de junio de 2009

entierro de la República y nacimiento del Estado sin que los bolivianos se hubieran enterado. Los Tiempos nos muestra la realidad latente

Cuando tras el fracaso de la Asamblea Constituyente, las bancadas parlamentarias del MAS y Podemos se asociaron para cometer una de las mayores aberraciones de que se tenga memoria en la historia contemporánea de Bolivia, al atribuirse la tarea de redactar en “mesas clandestinas” el nuevo texto constitucional, lo hicieron dejando tantos cabos sueltos que serán muchos los años, si no décadas, que habrá que esperar antes de que se despejen los efectos negativos de tanto desmán.


Uno de los más elocuentes ejemplos de lo dicho es el referido a la nueva denominación de lo que era la República de Bolivia, hoy “Estado Plurinacional de Bolivia”. Como si se tratara de un detalle irrelevante, el asunto pasó poco menos que desapercibido hasta que el Gobierno aprobó el Decreto Supremo 048 mediante el que pone en vigencia lo que manda la nueva Constitución.


Como se recordará, entre los argumentos que en su momento esgrimieron los parlamentarios de Podemos para justificar su aprobación al nuevo texto constitucional figuraba el relativo al uso del término “República”. Muy orgullosos, como parte de la “campaña pedagógica” que desarrollaron para “hacernos entender” las virtudes del texto consensuado, explicaron que habían logrado que esa palabra aparezca –una sola vez— en sólo uno de los artículos. Una mención irrelevante que en nada modificó el hecho de fondo, que consiste en que los ideólogos del MAS lograron evitar que aparezca en el artículo correspondiente a la caracterización del “Nuevo Estado Plurinacional”.


En su momento, el asunto no mereció mayor atención. Pero ahora, cuando el Gobierno ha decidido pasar de las declaraciones líricas a los hechos, recién se alzan los primeros gritos al cielo. Tarde, como suelen ser todas las reacciones de quienes atrincherados en la candidez subestiman la firmeza con que el MAS se propone ejecutar su proyecto de destrucción de la institucionalidad republicana.


Ahora, cuando ya estamos ante un hecho prácticamente consumado, las principales críticas se dirigen a los aspectos más pedestres del asunto. Como el relativo al costo económico que tendrá el entierro de la República de Bolivia en la papelería oficial.


Por supuesto no se trata de minimizar ese aspecto del problema pues no son nada despreciables los montos de dinero que serán despilfarrados para tal efecto. Pero mucho más grave es el impacto político e ideológico que se esconde tras tan aparentemente inocente medida.


Es que al despojar a nuestro país de su condición de República en los documentos oficiales, ya no queda nada que nos ate a lo que desde el punto de vista de los ideólogos del MAS es un detestable resabio del “colonialismo occidental”: las instituciones republicanas. Queda despejado el camino para que la destrucción éstas se consume sin que haya argumento capaz de evitar tan enorme salto hacia la barbarie.

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